Sala de Prensa

09/10/2008

Realities policiales ¿El espejo de nuestro mejor rostro?

Columna de Paula Vial, Defensora Nacional, publicado en The Clinic, jueves 9 de octubre.

¿Qué sentiría si despertara alguna vez en medio de la noche, con un contingente de policías echando abajo su puerta, sin explicarle por qué están irrumpiendo así? ¿Cómo reaccionaría si despertara enceguecido por las luces de las cámaras de tv filmando este violento ingreso y su pánico y desconcierto así como el de su familia? ¿Y finalmente, qué pensaría si esto se transmitiera por televisión sin su consentimiento, pendiente una investigación?

Resulta desde luego, indiscutible la importancia de la tv como medio de masas que educa, informa y entretiene. Y por ello la discusión acerca de qué regulación queremos o necesitamos de sus contenidos se torna indispensable. Ello se discutió justamente en días recientes en Chile en el “Seminario Internacional sobre Regulación de la Televisión” organizado por el Consejo Nacional de Televisión.

¿Cuál es la responsabilidad del Estado, de la sociedad y los medios en la necesidad de regulación de los contenidos? ¿Es indiferente el contenido de los programas que se exhiben? ¿Basta con entregar un control remoto que nos permita cambiar de canal si el programa no es de nuestro agrado?

La magia de la televisión es que tiene la capacidad de cambiar la vida de las personas, así como los hábitos y las lógicas de una sociedad. La televisión puede afirmar la democracia, el Estado de Derecho y sus principios y valores   o, al menos, colaborar a ello.

El rol de servicio público de la televisión, que aprovecha un bien nacional de uso público, debe comprometernos en una visión de la misma como bien social que permita expresar la diversidad en un marco de respeto y tolerancia.

Por ello es importante regular en materia de contenidos televisivos para resguardar la libertad de expresión, a los niños y a los grupos vulnerables y finalmente la dignidad de las personas, como límites a respetar. Pero la libertad de expresión no debe entenderse como un bien individual que permite el derecho de autoexpresión, sino como un bien social que hace posible la expresión al mismo tiempo de la identidad y diversidad cultural y de la pluralidad, con respeto del otro, incluyendo al más débil. 

Especialmente relevante resulta establecer normas que regulen la exhibición de material que fomente la discriminación, en cualquiera de sus formas. Programas que criminalizan la pobreza no hacen sino empobrecer el acervo cultural del país y estigmatizar a los grupos más débiles, desarrollando estereotipos que sensibilizan contra ciertos grupos y predisponen a las lógicas de inseguridad. Aún cuando es inadecuado atribuir a los medios de comunicación la responsabilidad por la sensación de temor de la ciudadanía, es evidente que son una fuente potente en la creación de percepciones.

Los llamados “realities policiales” exhiben procedimientos reales de investigación realizados por Carabineros y Policía de Investigaciones, en los que participa un equipo periodístico, generalmente en ambientes marginales y de pobreza. La cámara sigue cada acción de los agentes y el programa comunica pública y masivamente la forma en que este se lleva a cabo.

¿Y qué buscan? ¿Entretener? Si se entiende el entretenimiento como una experiencia cultural en la que el implicado está tan comprometido que se distancia de su entorno más directo, para disfrutar entendido como un goce, un escapismo o la posibilidad de imaginar un mundo mejor y una mejor humanidad(1), estos programas parecen no estar alcanzando su objetivo.

¿Informar? La ley impone al Consejo Nacional de Televisión la obligación de dictar normas generales para impedir la transmisión de programas que contengan violencia excesiva o truculencia entre otros límites. Y en cumplimiento de este mandato el Consejo ha establecido que en los programas de carácter noticioso o informativo, los servicios de radiodifusión televisiva deberán evitar cualquier sensacionalismo en la presentación de hechos o situaciones reales que envuelvan violencia excesiva o truculencia. Sin embargo, este tipo de programas sí permite informarse de lo arbitrarios que pueden resultar algunos procedimientos policiales. Y desafortunadamente ello no genera alerta o debate por la renuncia de libertades a favor de una pretendida mayor seguridad.  

¿Educar? Si estos programas buscan educar a la ciudadanía, yerran el camino al afectar la dignidad y la honra de las personas, al recurrir al amarillismo, a la estigmatización y al estereotipo para aumentar o lograr un alto rating.  No es educar exhibir la violenta invasión a la privacidad de los hogares que significa un equipo de televisión filmando momentos dramáticos, por personas que no tuvieron, como en otros programas del género de los realities, la oportunidad de decidir exponer sus vidas de esa forma

Podemos decir que sí a estos programas en la medida que definan adecuadamente lo que buscan y que lo logren con eficiencia. Educar en este caso supone considerar al televidente como un ciudadano que merece respeto y que exige más calidad y menos sensacionalismo. Como una audiencia que entiende a la tv como herramienta de difusión cultural para aprender de realidades que le son ajenas y que quiere aprehender y entender.

Paradójicamente, la audiencia parece no identificar el rating necesariamente con sus preferencias. Y atribuye a la falta de regulación estatal la responsabilidad por la insatisfacción que le produce la tv. La expresión de esta insatisfacción por los contenidos se observa en el aumento sostenido de las denuncias ciudadanas al CNTV, que concentra sus motivos en la falta de respeto a la dignidad de las personas y el daño a la infancia o a los grupos vulnerables.

El ingreso de la tv digital nos ofrece la oportunidad de discutir y decidir lo que queremos. Más televisión y mejor televisión.

La televisión debe ser el espejo de lo mejor que somos, de nuestro mejor rostro. Debe educar para ser un mejor país. Y la obtención de un mejor rating en programas exitosos no asegura respeto por la dignidad ni satisfacción de los televidentes.

(1) Costera Meijer I. (2003) ¿Qué es calidad? El valor y necesidad de una programación con amplitud de miras en la TV pública holandesa”. Revista Ciencias de la Comunicación (en holandés) Año 31 n°4, citado por Departamento de estudios del CNTV en “Regulación de contenidos televisivos. La perspectiva de las audiencias” 2008

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