Sala de Prensa

14/10/2008

Políticas sociales: La más efectiva forma de prevención del delito

Columna de Juan Carlos Rebolledo Pereira, Defensor Regional de Aysén.

Los delitos que se cometen en una ciudad, en una región o en un país, están íntimamente relacionados con la realidad de las personas que los habitan y con su entorno social, su cultura, sus creencias, sus modos de vida, sus crianzas… en el fondo, con el hombre y “su pequeño mundo”.

Esta es una realidad que quienes somos parte del sistema de justicia conocemos y que es importante que sea asumida también por la gente externa al sistema, especialmente por aquellos encargados de diseñar y poner en práctica las políticas públicas, en los ámbitos locales y nacionales.

Las zonas con características de aislamiento geográfico, como son las regiones del extremo sur de Chile, con bajas temperaturas y luminosidad natural que se extienden por periodos prolongados, con escasa oferta de entretención y uso del tiempo libre, con poca oferta laboral, en resumen, con duras condiciones de vida que afectan sobre todo al segmento más vulnerable de la población, comparten estas características que son uno de los factores que pueden, aunque no siempre, gatillar la irrupción de conductas infractoras de normas.

El hacinamiento, por ejemplo, viviendas pequeñas compartidas por numerosos miembros de la familia nuclear o la gran familia en que se comparte con allegados o amigos, pudieran propiciar delitos contra la integridad o indemnidad sexual de adultos y niños, u otros relacionados con la pérdida o reducción de los espacios personales e íntimos.

La poca o nula oferta de espacios de reunión y recreación para que los jóvenes descarguen su energía o canalicen sus intereses, tales como gimnasios, cines, discoteques u otros lugares  a los que puedan acceder de manera fácil, son elementos que favorecen la comisión de delitos; y es que si un grupo de jóvenes carece de una oferta de actividades positivas para desarrollar, será más fácil pararse en las esquinas, dedicarse a consumir alcohol u otras drogas y, eventualmente, infringir la ley.

En una de las primeras entrevistas que di a mi llegada a la región, sostuve que la mejor política criminal es una buena política social, y hoy quiero volver a destacarlo.

Con esta lógica, la mejor manera de evitar que se cometan delitos será mantener ocupada a la población en actividades positivas: así habrá que dotar a las ciudades y pueblos de gimnasios, de alternativas de entretención como por ejemplo sales de cine, talleres artísticos, culturales, deportivos, recreativos. La próxima inauguración de la biblioteca regional apunta en este sentido, pero para ello no debemos considerarla como un edificio más, sino como una fuente viva de desarrollo de hábitos en nuestra comunidad.

Así mismo habrá que propiciar para la comunidad mayores fuentes laborales, alimentación adecuada, efectivos sistemas de calefacción durante los meses fríos, viviendas dignas, alternativas de aprendizaje de oficios o perfeccionamiento, entre otros.

La disminución de la delincuencia no pasa por la construcción de más cárceles o por el endurecimiento irrestricto de las leyes y sus penas; a nuestro juicio pasa por comprender de mejor modo los procesos y dinámicas sociales, por conocer las carencias de nuestra gente y elaborar políticas sociales inclusivas que den respuesta a las necesidades de los sectores más vulnerables. De esta manera estamos seguros que construiremos una sociedad más respetuosa de las leyes y por lo mismo, con una mejor calidad de convivencia.

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