Sala de Prensa

27/10/2008

Gobernar es educar

Columna de Ignacio Barrientos Pardo, Asesor Jurídico de la Defensoría Regional de Antofagasta, publicada el martes 21 de octubre en El Mercurio de Antofagasta.

Este es el título de una obra de teatro que tuve la oportunidad de ver en Tal-Tal este fin de semana, gracias al montaje y realización de la Compañía Teatro Nacional Chileno de la Universidad de Chile. La obra describe la situación de abandono y postergación del sistema escolar chileno y del gremio de los profesores.

¡Pero cómo olvidar que “gobernar es educar”! fue el lema de la campaña de don Pedro Aguirre Cerda allá por el año 1938, cuando nuestro país, al parecer, tenía esperanza en sí mismo.

En un ejercicio de proyección bicentenaria habría que ver con qué lema se asumirán los desafíos de los próximos años. Si constatamos lo ocurrido en los años postreros con la inflación legislativa en materia penal se me ocurre que no estamos lejos de que alguien vocee que “gobernar es castigar”.

No lo digo sólo con sorna y un poco de mala leche. En las políticas públicas los acentos en una u otra línea se notan. Como muchos otros profesionales me eduqué exclusivamente en escuelas y liceos fiscales. Tuve la suerte de disfrutar de las enseñanzas de excelentes profesores, muchos de los cuales son hasta hoy mis amigos y a quienes debo mucho de lo que soy. Por eso cada 16 de octubre recuerdo a mis viejos maestros y a mis hermanos que también son profesores. 

¿Qué ha pasado en setenta años? La enseñanza municipal, herencia de la dictadura, ha significado un deterioro ostensible de la calidad. Los jóvenes que no pueden costear una educación particular están claramente en desventaja y constituyen aquella parte de la población que accede a los empleos con salarios más bajos y con mayor inestabilidad. En suma, forman parte de los sectores más vulnerables a las crisis nacionales y, hoy a la recesión global.

Los que administran el Estado recién hoy están tomando conciencia, en serio, que la educación es clave en el desarrollo del país. En esa tardía lucidez estatal las demandas estudiantiles han sido determinantes. Los pingüinos se la jugaron y quiero soñar que ganaron algo.

Pero debo admitir que a veces pierdo la fe, y pienso, como lo decían los actores en la obra comentada, ¿y si Chile no existe? Estos malos pensamientos son atizados cuando la escena política la monopolizan aquellos que propugnan las políticas de seguridad pública como la gran solución a los problemas actuales.

Al contrario de los profetas del caos, quiero un país en que se construyan más ilusiones que cárceles; en que los tipos penales sean menos que las innovaciones curriculares; en que el mérito sea premiado y la vulnerabilidad social superada por políticas sociales eficaces; en que el origen social no sea un obstáculo y en que la educación se base y promueva la igualdad.

Quiero un país en que la educación pública sea una alternativa real e integradora. Prefiero un país, como el de don Pedro, en que se gobierne para educar, y no solo para castigar. Y si no, paren este tren que me bajo, porque este país, ahí sí, que no existe… 

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