Sala de Prensa

07/11/2008

Columna de la Defensora Nacional publicada en The Clinic

Por Paula Vial Reynal, Defensora Nacional

¿Tuvo la suerte de ir a ver el espectáculo “Alegría” del Cirque du Soleil?  Corría el año 1982 y en Baie-Saint-Paul, un pequeño pueblo de Québec, un grupo de jóvenes artistas callejeros jugaba con clavas, pelotas y cuerdas. Para el deleite del público espontáneo los malabaristas hacían magia en el aire con fuego y saltos y piruetas. Tal era el encanto que producían que decidieron organizarse en un festival y así nació el Cirque du Soleil. Pues en nuestros días, ellos habrían tenido un camino aún más difícil por andar para llegar a la fama y el éxito. El Ministerio Público ha decidido organizar un registro “voluntario”, vaya eufemismo, de los artistas callejeros, malabaristas, mendigos, vendedores ambulantes y otros personajes malsonantes que hacen de determinadas esquinas su espacio de trabajo. La fiscalía pretende con ello activar una nueva estrategia de persecución de varios delitos contra la propiedad, hurtos y robos por sorpresa básicamente, que ocurren a algunos automovilistas en las paradas obligadas de ciertos semáforos del sector oriente. Para ello, ha decidido empadronar a comediantes y pordioseros como posibles testigos de los delitos que allí se cometen. ¿Por qué sólo ellos? ¿Los vecinos que circulan por esos sectores no son testigos hábiles? ¿No ven? Si lo que la fiscalía realmente quiere lograr con este registro, completamente ilegal, es evidencia frente a la comisión de una serie de delitos, ¿por qué se limita a censar a pobres y circenses? No puedo sino concluir que la intención real es organizar un listado de posibles sospechosos de los delitos, estigmatizando y marcando a quienes están dispuestos a pasar largas horas en esas esquinas, esperando que los cortos 45 segundos de la luz roja alcancen para recolectar algunas monedas para sobrevivir. Más de alguien podrá preguntarse ¿y cuál es el riesgo de inventar un registro como éste, si en definitiva sirve para investigar y perseguir algunos delitos? Al fin y al cabo, que éste sea ilegal e invasivo no importa demasiado, pues los registrados son otros y no nosotros. Si es efectivo que se utiliza como lista de sospechosos, para que las víctimas elijan al más parecido a su victimario, el peligro de cometer una serie de injusticias y errores es enorme. Establecer, por la víctima, la identidad de un delincuente a través de exhibición de sets de fotografías o por ruedas de reconocimiento, constituye la mayor causa de condenas equivocadas. Según estudios sobre la materia, en EEUU más de un 40% de las condenas erróneas se debe a esta causa ("Eyes witness testimony", Elizabeth Loftus): una víctima va a reconocer como su asaltante a la persona que más se le parezca de entre las que le muestren. Y en Chile estas diligencias ni siquiera están reguladas; no se establecen los parámetros mínimos ni los procedimientos por los que deben regirse.

¿Aceptaría alguno de los vecinos de estas esquinas ser fichado, para que luego se le llame o se exhiba su fotografía a una víctima cuando ha ocurrido un delito en los lugares que frecuenta? Seguramente alegaría, con razón, que los registros de personas están determinados restrictivamente en la ley, sólo para fines específicos y que es ilegal establecer listados o fichajes que no cumplan con regulaciones preestablecidas. Si lo que la fiscalía quiere es tener una base de datos de posibles testigos, le alcanza con las normas del control de identidad. Pero en estos casos, debe vincular al testigo con la comisión específica de un delito, en razón de que la policía cree, en función de los indicios que maneja, que éste puede  suministrar informaciones útiles para la indagación de un delito. Y estas personas están ahí. Todos los días al alcance de la mano. Todos los días disponibles para alguna indagación. Esta no es persecución inteligente. Es investigación estigmatizante y con olor a error. Coincidencias de la vida, el domingo fui al cine con mi hijo a ver “Chimps” y uno de los chimpancés protagonistas recitó que “La vida es un circo pero con una carpa mas grande”. En nuestro circo chileno todos deben tener un lugar, nadie sobra, nadie debe estar marcado ni registrado sólo por ser diferente o menesteroso. No quiero correr el riesgo de perderme a un futuro Chaplin o a un Marcel Marceau.

 

 

 

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