Sala de Prensa

21/11/2008

Obama y el triunfo de los relegados

Columna de la Defensora Nacional, Paula Vial, publicada en The Clinic ayer jueves 20 de noviembre.

Sí se puede! El mundo va a cambiar, eso es seguro.

Obama, tan cliché a esta altura, pero tan real y tan esperanzador, nos abre la posibilidad de acercarnos a una utopía. No es sino el triunfo de los relegados, de los discriminados, de las minorías en el poder. Representa la llegada de los nuevos tiempos, de la apertura hacia un mundo que confía en el vecino, que cree en la paz y el compromiso, que no exacerba la inseguridad y el temor. Nuevos tiempos para colaborar en dejar atrás los horrores de Darfur y los abusos de Guantánamo.

Nos da a todos la oportunidad de mejorar nuestro mundo porque representa cambios culturales más profundos que los meramente legislativos o coyunturales. Obama abre puertas a los cambios más sutiles del mundo, pero a los más profundos. Es una imagen, pero representa la apertura, el cambio, el respeto por el otro diverso y el reconocimiento de su espacio de poder y decisión. Un simbolismo que nos envalentona.

Y Chile puede aceptar el desafío de ponerse a tono con el “espíritu Obama”, que supone seguir profundizando en la nueva sociedad que estamos construyendo, con más inclusión, mayor respeto por la igualdad y la equidad, mayor participación femenina en el ámbito público, familiaridad y solidaridad en el trato con el otro, sin políticas construidas básicamente a través del miedo, como suelen ser las de seguridad ciudadana.

Según la reciente encuesta de la ONG Genera sobre participación ciudadana, el 64% de los consultados cree que en Chile los derechos de las personas se respetan menos que antes, lo que constituiría uno de los retos de nuestra democracia. Y si en algún ámbito los derechos suelen ceder más que nunca, es en el llamado combate de la delincuencia. ¿Por qué eso habría de extrañarnos o sorprendernos?. Baste con pensar en las muchas medidas restrictivas que adoptamos permanentemente como solución para todos nuestros temores, sin darnos cuenta de que la restricción tarde o temprano nos alcanza. La inseguridad la afrontamos enjaulando y encerrándonos, olvidando y despreciando la mano solidaria para encontrarnos con el otro, para vivir en una sociedad pacífica y armoniosa. 

Cómo podría sorprendernos si en veinte años hemos duplicado nuestros presos y nos vanagloriamos de ello como signo de eficiencia, en lugar de pensar en soluciones más integrales, conciliadoras y restaurativas.

Cómo podría sorprendernos si nos llenamos de registros y nos marcamos unos a otros, para así diferenciarnos y ponernos cercos.

Cómo podría sorprendernos si estamos convencidos de que nuestro mundo está dividido en buenos y malos, lógica en la que se desenvuelve la guerra contra el terrorismo, y en  nuestra versión local, la guerra contra la delincuencia. Como hay "esos", los malos y "nosotros" los buenos, la solución parece fácil: identificar a los malos para encerrarlos. Es la utopía de una sociedad con gente buena libre y gente mala encerrada (¿esterilizarlos?, ¿eliminarlos masivamente, tal vez?). Pero todos, moros y cristianos, creyentes y ateos, sabemos que el bien y el mal coexisten en nuestro interior (Romanos 7:21 "Así que, queriendo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí").

En la inauguración de los tres nuevos espléndidos estadios, construidos con ocasión del Mundial Femenino de Fútbol a celebrarse en nuestro país, se ha destacado como una de sus originales virtudes el que los mismos cuentan con calabozos que albergarán a los detenidos a la espera de su traslado a una comisaría. ¿Cómo podemos idear nueva infraestructura, que tiene por objeto entregar diversidad e inclusión a nuestra gente, con espacios de encierro? ¿Cómo hemos llegado a incorporar como un plus tener nuevos espacios para la diversión y deporte que integren la inseguridad en sus planos?

Se me ocurre que podrían empezar a planificarse los nuevos hospitales con calabozos, por si alguno de los enfermos se violenta. Y por qué no las nuevas escuelas, por si la violencia escolar se intensifica.

La única solución que vemos viable es la del encierro, la negación del otro, esconderlo debajo de la alfombra para que no estorbe y no ensucie.

Como señaló un juez costarricense hace unos días, al conocer nuestras cifras de privados de libertad, estamos tratando de resolver la epidemia de cólera agrandando nuestros cementerios. Una solución que rehúye el problema, y en lugar de buscar el remedio, oculta el problema y lo entierra, no es solución.

Pero afortunadamente no todos creen que la cárcel es la salida a todo. Si se clausura Guantánamo, no aumentará ni disminuirá el terrorismo. Simplemente existirá más respeto por la dignidad humana.

Ingenuidad pura. Eso es esperar que la llegada de Obama al poder vaya a producir un cambio total en las lógicas de la seguridad en el mundo y en nuestro país. Idealismo exasperado confiar en que una mujer en la presidencia o un hombre de color en el poder vaya a transformar nuestro universo.

Pero nos vamos acercando a ello. No depende de Barack Obama, sino de nosotros. Sí se puede un Chile mejor.

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