Sala de Prensa

29/12/2008

La justicia y las preguntas que no nos hacemos

Columna de Paula Vial, Defensora Nacional, publicada en The Clinic, Edición Anuario 2008.

Hay preguntas que nos hacemos siempre, con o sin respuestas. ¿Por qué hay delincuencia, por qué hay víctimas sin reparar, por qué aumenta todos los días la sensación de inseguridad?

En épocas de balances, de anuarios y revisiones, no es mala idea sin embargo, pensar en las otras preguntas que no formulamos. Preguntas que no hacemos porque no nos interesan sus respuestas o porque no nos atrevemos a enunciarlas ni a responderlas.

¿Por qué somos el segundo país de América con mayor población en las cárceles? ¿Por qué, si nuestros índices de criminalidad son de los más bajos en el mismo contexto? ¿Creemos que nuestras cárceles son depósitos de aquellos a quienes no queremos ofertarles un futuro? ¿Será un logro del nuevo sistema procesal penal, tanto más eficiente, que hayamos doblado la cantidad de personas condenadas privadas de libertad en los últimos años?

¿Serán veinte minutos de crónicas delictuales la única manera de comenzar un noticiario?  ¿Por qué el sensacionalismo gana espacios a la entretención sana y educativa? ¿Por qué en programas como los realities policiales se afecta la dignidad de los involucrados, se visibilizan errores de procedimiento sin hacer mea culpas ni correcciones? ¿Por qué existe tanta ignorancia en la gente sobre sus derechos y no aprovechamos estos espacios para educar?

¿Por qué en las investigaciones penales se producen errores que afectan los derechos y la vida de muchas personas y quienes los cometen no piden perdón, no los reconocen ni ofrecen reparaciones?

¿Por qué emitimos juicios livianamente sobre personas sin responsabilizarnos de sus efectos? ¿Cómo podemos realizar tan fácilmente juicios de culpabilidad sin ser cautelosos, y sin hacernos cargo de nuestras equivocaciones con ellos mismos cuando estas se dan?

¿Por qué se producen abusos policiales sin que se investiguen o sin resultados en las investigaciones que sí se inician? ¿Por qué no hemos aprendido la lección de la historia y  aún se producen abusos que afectan los derechos humanos?

¿Por qué se suicida una niña en un centro de cumplimiento de penas, bajo nuestra responsabilidad pública? ¿Qué podemos decirle a la familia de Priscila Estafany Donoso Gutiérrez frente a su ausencia final? ¿Cuántas desgracias tendrán que ocurrir para que valoremos a cada adolescente de nuestra sociedad? ¿Por qué los tratamos como adultos en algunas materias y les restamos méritos, autonomía, valía y credibilidad en otros? ¿Cómo pueden ser maduros y responsables para los delitos y niños en otros espacios y derechos?

¿Cuántos  civiles más deberán ser enviados a la Justicia Militar, sin defensor público, para que ésta se modifique, adecuándola al debido proceso y limitando su alcance a los uniformados?

¿Por qué hay tan pocas mujeres abogadas ejerciendo como defensoras? ¿Por qué hay tan pocas mujeres en puestos de poder, de autoridad, de decisión?

¿Por qué existe un tratamiento discriminatorio para con los mapuches? ¿Cuántos allanamientos masivos a sus comunidades más tendrán que sufrir para que nos sintamos “seguros”? ¿Por qué en sus juicios se acepta juzgarlos con un record de testigos sin rostro que impide una adecuada defensa, un juicio justo? ¿Por qué ellos no pueden, en su defensa, presentar testigos protegidos?

¿Por qué cuesta tanto entender que la presunción de inocencia y otros principios garantistas del sistema nos favorecen a todos y no sólo a los “delincuentes”? ¿Por qué no aceptar como defensores públicos el desafío permanente de actuar con tal diligencia que obliguemos a los fiscales a investigar aplicando el principio de objetividad, investigando todas las alternativas para solucionar un delito?

¿Será cierto que la única opción frente a la delincuencia, frente a la “sensación” de temor de la ciudadanía es el aumento de las penas y de la creación de delitos? ¿Será el populismo penal la única respuesta posible al anhelo ciudadano por alcanzar la paz social?

Y si el derecho penal llega siempre tarde, ¿no será necesario reforzar la prevención y otros espacios como el rol del Ministerio Público en la atención y protección de víctimas?

¿Por qué confundimos delincuencia con pobreza? ¿Cuántas personas y poblaciones, comunas y grupos deberán ser discriminados y estigmatizados para que entendamos que todos somos “el otro”?

¿Cuántas preguntas más habrá que ni se nos ha ocurrido intentar?

Este Año Nuevo podríamos proponernos el regalo de buscar algunas respuestas y como propósito para el año 2009, el desafío de alcanzar algunas de ellas.

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