27/04/2009
Las lesbianas de la Gonzalina
Columna del Defensor Regional de O'Higgins, Alberto Ortega, publicada en el diario El Rancagüino.
Que nuestro país esta plagado de compatriotas racistas, xenófobos, homofóbicos y clasistas es un dato de la realidad que no resiste controversia. Un sábado aburridísimo en mi casa frente al computador me dispuse a ver en Youtube una imitación notable y graciosa que el humorista peruano Carlos Álvarez efectúa sobre Michelle Bachelet y otros personeros de la política americana. Al finalizar eché un vistazo a los comentarios del video y me llamó la atención el verdadero pugilato verbal en que se enfrascaban peruanos y chilenos. El contenido xenófobo y nacionalista habría ruborizado hasta un jerarca del tercer Reich. Entonces recordé las palabras de un amigo peruano quien decía que este tipo de declaraciones están íntimamente ligadas al nivel educacional de los ciudadanos; mientras más pobres y analfabetos, mayor es la reacción de odio hacia los marginados y precarios. Así se explica que los negros pobres estadounidenses son quienes mayormente menosprecian a los latinoamericanos (chicanos) y éstos últimos son racistas con los asiáticos y al final de la pirámide están los que apenas pueden decir que existen: los pobres, las madres solteras, los discapacitados y los homosexuales. En nuestro país, la ex ministra de Mideplan Clarisa Hardy, decía que la solución a la discriminación era muy sencilla. Según ella, bastaba con un pequeño cambio de swicht. A su juicio, si los niños crecían naturalmente junto a menores de diferente clase social, discapacitados, provenientes de distintas etnias, orientaciones o nacionalidades se darían cuenta que esa diversidad no incide para nada en la convivencia con las demás personas. Eso precisamente, era a lo que aspiraba el padre Gerardo Wheelan en el Colegio Saint George (el mismo de la película Machuca). Pero su ejemplo se archivó en nuestros College e Institutos como un mero experimento marxista y éstos siguen hoy educando en la discriminación como siempre y tal vez peor. Por eso, cuando un grupo de internas lesbianas que cumplen condena en la cárcel de Rancagua solicitó un espacio como el que disponen los heterosexuales para sus relaciones íntimas (el venusterio) lo esperado era que se les hubiera postergado o respondido en base a códigos de moralidad pechoña para negarles ese beneficio, sin embargo, la directora regional de Gendarmería, Coronela Yaquelin Maldonado tramitó esa solicitud ciudadana como otra cualquiera y desde el nivel central de la Institución les dijeron que sí es posible pues, no obstante ser lesbianas, semi analfabetas, pobres y haber delinquido, son en esencia personas iguales al resto de nosotros, en dignidad y derechos, como reza el articulo primero de nuestra Constitución.
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