Sala de Prensa

30/07/2009

Defensores ¿Al banquillo?

Sindicados como los "defensores de los malos" y mirados con recelo, aseguran que esta "caricatura" es parte de la ignorancia social (Reportaje publicado en Diario Austral de Osorno)

“Tradicionalmente se dice que los defensores públicos defendemos a los delincuentes, que estamos del lado de los malos y por esa misma razón recibimos en algunos casos algún tipo de ataque de aquellas personas que no entienden la función que nosotros desarrollamos. Pero la verdad, cuando uno tiene la posibilidad de explicarles nuestro trabajo, terminan entendiendo y encontrándonos toda la razón”. Son las palabras del abogado José Miguel Devilat las cuales pueden parecer decidoras pues sintetizan una opinión que el común de la gente exterioriza al enfrentarse a la Reforma Procesal Penal, especialmente aquellos caso de extrema connotación pública como homicidios y violaciones. Allí, automáticamente el aparataje judicial concede un abogado al imputado de un delito: son los llamados defensores públicos.

Para muchos esto puede ser incluso aberrante, pues el que se supone es un “criminal”, cuenta al momento de ser detenido con la asesoría legal de un abogado. Por su parte la Fiscalía ejerce la parte acusatoria buscando la culpabilidad y condena del imputado, pero no la reparación de los daños causados a los familiares o la víctima.

El trasfondo del asunto, según el defensor osornino, Iván Cárdenas (en la foto principal escuchando los descargos de la familia de Claudia Barría), está íntimamente relacionado con un problema cultural. “Cuando en reuniones sociales sale a la luz tu actividad, muchas veces se cuestiona tu cometido, pero creo que eso es consecuencia de una lamentable ignorancia que tenemos los chilenos, en lo que significa nuestra condición de ciudadanos y hombres libres”, explica, agregando que “en lugar que me conozcan como el ‘abogado de los delincuentes’, prefiero decir que soy el abogado de aquel hombre libre que requiere que se le respeten sus derechos”.

Si bien dentro de la Defensoría Penal Pública local aún no ha habido casos de agresiones a los defensores, si reconocen un cierto estigma por estar en el “otro lado” del sistema de justicia.

Al menos así le ocurrió en un juicio por homicidio a la defensora Ana María Agüero. “Me acuerdo que los familiares de una víctima me dijeron: ‘usted tan decente que se ve, porqué atiende a una persona que cometió un homicidio’. En todo caso creo que fueron totalmente respetuosos; además ante eso uno no puede hacer nada, ya que debe entender el dolor de quienes perdieron un familiar”, comenta.

Un poco más complicada fue la experiencia de Devilat, quien si bien reconoce no haber tenido inconvenientes serios en nuestra ciudad, más allá de un cruce de palabras, sí estuvo a un paso de ser agredido cuando cumplía funciones en Chiloé.

“Era el caso de un homicidio donde una turba quería linchar al imputado y claramente el defensor tenía que llevarse su parte, así que tuve que ser sacado con el auxilio de la Policía de Investigaciones”, cuenta el abogado.

Las víctimas

Otro caso muy particular le ocurrió durante esta semana al abogado Renato Jiménez, quien estaba a cargo de la defensa de uno de los implicados en el homicidio de Rigoberto Garcés, más conocido como “Motochi”.

Si bien no había mucha gente en el juicio, los familiares de la víctima se acercaron y nos dijeron (a los defensores) de una forma muy comprensiva que ellos entendían nuestra labor. Y es que incluso en este caso nuestra teoría no era negar participación (de los imputados) sino que apuntaba a su intencionalidad. Pero también hemos tenido juicios, principalmente de homicidios, donde la familia hace comentarios, incluso un poco violentos entre comillas, cuando son de un mismo sector poblacional y ambos (víctima e imputado) tenían antecedentes. Ahí nos han dicho ‘porqué están defendiendo a éste, si al final lo mató’”, explicó Jiménez.

Pero más allá de la victimización que pueden instalar en la opinión pública aquellos que se han visto afectados por algún delito, los defensores explican que cualquiera puede llegar a ser acusado –justa o injustamente- por algún hecho.

Así al menos lo piensa Ana María Agüero, quien sostuvo que “si una persona es víctima, claro que va a considerar que el defensor es el malo de la película, porque está provocando a otro que le provocó algún daño. Pero también me ha tocado casos que en un principio la persona ha sido víctima, pero luego le ha tocado el otro lado de la moneda cuando han sido imputados por un delito”.

Estigma

Más allá de las agresiones verbales, sicológicas o físicas a las que puede estar sometido un defensor, lo más complicado que deben enfrentar, es la estigmatización e incomprensión de su labor por parte de la sociedad.

“Uno trata de ser objetivo, aunque el resto piense que no lo es”, explica Agüero, agregando que el defensor es el personaje más comprensivo dentro de la Reforma, “porque siempre va a tratar de ayudar al que es imputado, ya sea porque es inocente o porque uno trata que se le aplique una pena justa”.

Similar es la opinión de Devilat, quien reconoció que en varias ocasiones le han planteado lo “terrible” de defender a cierta persona. “Pero no es así, ya que uno tiene la vocación de estar desde el otro lado del sistema lo que entrega una visión distinta de la realidad, ya que todas las personas tienen derecho o pueden equivocarse. Un profesor de la universidad decía que la diferencia entre un delincuente y aquel que no lo es, puede ser un día de furia, una copa de más o simplemente estar en el lugar y el momento equivocado. Y por eso es necesario que esté asesorado por un defensor”.

“Ciudadano honesto”

A juicio de Iván Cárdenas, la explicación a este fenómeno social en el cual se trata de “demonizar” al imputado y su defensor, radica en que todo el mundo mira la dimensión de la víctima, aquella persona que sufre una vulneración de sus derechos producto de la acción de otro que es un delincuente.

“Claro, desde esa perspectiva uno podría entender que tanto el delincuente como sus asociados (en este caso los defensores) ocupan el papel de los ‘malos’. Pero hay otra perspectiva importante, que es aquella del ciudadano honesto que de pronto puede verse enfrentado injustamente a una persecución por parte del Estado a través del Ministerio Público. De ahí que es bueno que cuenten con un defensor; abogados preparados que se la jueguen por él y que existan derechos que los protejan, permitiéndoles decirle al Estado que son inocentes”, agrega.

Cárdenas ha cobrado mayor relevancia en este último tiempo debido a su labor como abogado defensor de Cristián Rogel y Nelson Eduardo Mores, ambos imputados por homicidio, los cuales han sido muy publicitados y en los que prácticamente la opinión pública ya los da como culpables, según comenta.

“Evidentemente es difícil enfrentar casos así, ya que en la opinión pública hay una sensación que uno está nadando contra la lógica, el sentir mayoritario. Pero es entendible, aunque profesionalmente no nos afecta”, explica.

Perder

En general, los defensores entrevistados coincidieron al señalar que su trabajo se basa exclusivamente en la vocación, pues como muy bien afirma Cárdenas, “nosotros somos abogados que nos formamos en la derrota, porque si uno mira las estadísticas, la mayoría de los casos los perdemos”. Esto –porque a su juicio- el sistema está hecho para que los fiscales ganen los juicios y los defensores los pierdan, con tal que el Estado tenga una persecución penal eficiente.

“Si al cuestionamiento que nosotros planteamos, el Estado a través de la Fiscalía es capaz de entregar repuestas concretas que satisfagan a los jueces, todos esa noche duermen con la conciencia tranquila: los jueces porque condenaron ya que habían pruebas; el fiscal porque condenó a una persona respecto a la cual tenía pruebas; y el defensor, porque sabe que hizo su  mejor esfuerzo y contribuyó a establecer una verdad”, reflexionó.

Un ejemplo de esto lo vivió Renato Jiménez cuando debió defender a una estudiante universitaria que abortó en el closet de su hogar. “Ella finalmente salió absuelta, ya que era inimputable de acuerdo a los antecedentes que lograron acreditar que tenía un trastorno mental transitorio, lo que fue probado con pericias siquiátricas”, sostuvo. De ahí que la satisfacción personal y profesional para un defensor es muy concreta, la que puede apuntar a que “la persona que está siendo acusada termine el juicio conforme. Que se haya sentido defendida y protegida por su abogado”, según Ana María Agüero. En tanto, para José Miguel Devilat, el objetivo se cumple al ver que el imputado fue tratado con dignidad, “que sea juzgado en los plazos razonables, que se hayan respetado sus derechos. En definitiva, que se le imponga una pena justa, pero sin duda el logro mayor es cuando el tribunal dice “hemos decidido absolver”; ahí uno se siente completamente gratificado, especialmente cuando exista la convicción de la inocencia”, dijo.

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