Sala de Prensa

15/10/2009

¿Peruanos y delincuentes?

Columna de la Defensora Nacional Paula Vial, publicada en The Clinic

A unos meses del bicentenario, probablemente no resulta inadecuado hacer un esfuerzo por recordar la composición diversa de  nuestra patria y cómo las distintas oleadas de inmigrantes y su posterior arraigo e integración definitiva en el país han ido construyendo nuestra nación. Y cómo muchos chilenos han llevado nuestras costumbres y raíces más allá de nuestras fronteras.

En un mundo globalizado y sin fronteras como pretendemos que sea el del siglo XXI, con todos los alcances positivos y dificultosos que aquello tiene, resulta más que sorprendente escuchar propuestas de “aporte ciudadano” de candidatos parlamentarios (uno hasta ahora, Cristián Espejo, candidato por Santiago; por suerte el plural tal vez resulte excesivo) que busquen estigmatizar a los grupos más desprotegidos, como los inmigrantes, asociándolos a “males” y conceptos negativos como la delincuencia o el uso de la red de protección social en desmedro de los nacionales, sin escuchar propuestas de integración e inclusión y profundizando mitos y creencias que se construyen desde el temor y la ignorancia.

Los inmigrantes en general y hoy en Chile los peruanos en particular, suelen ser un aporte a la realidad de un país. No sólo porque contribuyen con trabajo, empuje y ganas de iniciar y construir una nueva vida de esfuerzo y nuevas oportunidades (las mismas que por distintas razones no encontraron en sus lugares de origen) sino porque enriquecen nuestro acervo con multiculturalidad y costumbres coloridas y distintas.

No es menor, entonces, derribar algunas fábulas que se tejen entorno a estas realidades, como la sociedad espuria entre inmigración y delincuencia. Para ello, algunas cifras no sólo resultan ilustradoras y desmitificadoras sino sorprendentes y apaciguadoras. Desde el inicio de la reforma procesal penal, en el país la Defensoría Penal Pública ha atendido a más de un millón doscientas mil personas. De ese total, sólo diez mil imputados han sido extranjeros. Y de ellos, poco más de 4 mil de nacionalidad peruana. Un número insignificante que representa el 0,35% de nuestros imputados, especialmente considerando que su representatividad en las cifras podría ser mucho mayor, pues muchos viven en condiciones de mayor precariedad y marginalidad, siendo en consecuencia objeto más sencillo y habitual de persecución.

Por otro lado, no tener “papeles” no significa carecer de derechos y nuestras normas van más allá de la regulación circunstancial de la extranjería, pues incluyen los derechos humanos de los inmigrantes regulados en tratados o disposiciones internacionales como la resolución 45/158, Convención Internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y sus familias, que en 1990 adoptó la Asamblea de Naciones Unidas. Como existe una creciente “feminización” de los trabajadores inmigrantes, no es una tarea menor a emprender, la de sensibilizar sobre los derechos de las trabajadoras extranjeras, la forma de insertarlas pronto en nuestra sociedad y los desafíos que tenemos como comunidad por entregar un espacio digno a quienes entre otras tareas, cuidan en muchos casos de nuestros propios hijos o abuelos. Y su exclusión y expulsión no resulta indudablemente una propuesta que resulte realista y que vaya en esa línea. La “aplicación de la ley” para su expulsión por ejemplo, no supone privarlos de las garantías mínimas de que goza toda persona que tenga el privilegio de vivir en nuestro país, como del derecho a un debido proceso, defensa de calidad y un tribunal imparcial.

Los inmigrantes siempre han sido uno de los grupos de las personas discriminadas, junto a las mujeres, los jóvenes, los ancianos, los pobres o los delincuentes. Hoy, los peruanos de Santiago, especialmente quienes se reúnen en el centro son el blanco de la moderna discriminación que persigue al distinto.

El populismo penal se puede confundir a veces con el populismo electoral. Y cuando esto ocurre, como en este caso, los afectados pueden ser no sólo los extranjeros sino todos nosotros que podemos vernos privados de su aporte diverso.

Por Paula Vial Reynal, Defensora Nacional  

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