Sala de Prensa

22/10/2009

Defendiendo a una víctima

Columna de Jorge Araneda, Defensor Local Jefe de Pichilemu.

Hace unos días concurrí a dependencias de la Tercera Comisaría de Carabineros de Pichilemu a objeto de entrevistarme con un imputado que estaba detenido producto de un delito de lesiones. Un funcionario policial me llevó a las dependencias donde se encontraba este hombre y le señaló que yo era su defensor y que venía a conversar con él. Grande fue mi sorpresa cuando el imputado le señala al carabinero que ya me conocía… el afligido sujeto dirige su mirada a mi y me pregunta si no me acordaba de él. Me explica luego que hace pocos tiempo había sido víctima del delito de hurto y que yo defendí a su agresor. Inmediatamente recordé la causa, este mismo hombre -del otro lado de la frontera-  solicitaba junto con el fiscal terminar la causa a través de un acuerdo reparatorio.

Así fue como iniciamos una conversación franca y abierta, en la cual él me contó lo sucedido y me entregó toda su confianza. El diálogo entre ambos brotó de manera fluida y expedita, influido evidentemente por el hecho de que ya no se trataba de un abogado desconocido, sino de uno al cual conoció en el desempeño de sus labores de defensa.

Los hechos que relato son absolutamente ciertos y corresponden a una causa que se encuentra en actual tramitación. Así, cuando se habla de la delincuencia y sus efectos, se debe necesariamente asumir que todos y cada uno de nosotros somos potenciales víctimas e imputados a la vez y, que en definitiva, la línea que separa el bien y el mal es, inevitablemente, muy difusa.

Quizás uno de los grandes temores de los chilenos hoy en día es ser víctima de la delincuencia, pero son muy pocos los que se han detenido a pensar que también ellos pueden ser objeto de persecución penal, y, es a través de situaciones tan simples como  la historia señalada precedentemente, que queda de manifiesto lo fácil que es pasar de un lado al otro. Probablemente, ninguno de nosotros nunca cometa un delito de aquellos que salen en las crónicas policiales - no obstante - es un hecho cierto, medido a través de estadísticas tanto del Ministerio Público como de la Defensoría Penal Pública, que existe una importante cantidad de personas imputadas por figuras que no necesariamente dan origen a alama pública, pero que de todas maneras suponen la presencia de un defensor.

Un ejemplo claro de estas últimas situaciones lo son los cuasidelitos y faltas penales de diversos tipos, las cuales necesariamente deben ser objeto de defensa penal y que constituyen quizás una forma inicial de aproximación al sistema penal.

Es ahí la importancia de entender a la defensa penal como un servicio básico, porque no se trata de defender delincuentes, sino de asumir la representación de personas que por alguna razón son imputados de una conducta tipificada penalmente. Por eso la importancia de proteger y valorar esta función, de comprenderla y asumirla como una necesidad de toda sociedad moderna.

  • subir
  • imprimir
  • volver