Sala de Prensa

27/10/2009

Bielsa, Zaffaroni y la coprolalia penal

La siguiente columna de opinión fue escrita por Héctor Martínez, periodista de la Unidad de Comunicaciones de la Defensoría Regional de Magallanes.

Resulta insólito cómo se van construyendo las narrativas jurídico penales. Acontece que para evitar contagiarse de una ataque de influenza penal garantista -esa supuesta pandemia mundial cuyo principal síntoma sería la puerta giratoria que libera diariamente a millones de delincuentes en el país y en el mundo-, hay quienes se encuentran afanosamente abocados a encontrar el antídoto contra ese apestado respeto a los derechos humanos y garantías de los imputados que propugnan con tanto ahínco los, para ellos, “febriles” defensores penales. Con ojos de nigromante y mirada de Lombroso, interpretan las recetas del Malleus Malleficarum, ese codiciado vademecum punitivo, hasta encontrar ¡¡¡eureka!!! la dosis perfecta del nuevo ius puniendi chilensis: una mezcla doctrinaria de 0.25 ml. de Lex Taliones de Hammurabi; 50 ml. de “Los extraños a la comunidad” de Mezger, junto con 10 gramos del “Derecho Penal del Enemigo” de Jakobs, centrifugando todo con tolerancia 0 y a una potencia de 2000 r.p.m.m.d. (revoluciones por minuto de medidas draconianas), quedando lista para inocular al principal grupo de riesgo -los fiscales, jueces y parlamentarios- y luego, en una mediática campaña de sanidad, inmunizar a todo el inconsciente colectivo nacional. Síntoma de que se está curado es criticar de manera pública y privada  que son pavadas las germánicas reflexiones de Roxin acerca de que “la cárcel no es siempre la alternativa para enfrentar el fenómeno de la delincuencia” y más aún esa trasandina blasfemia, de un tal Zaffaroni, de que “si los consumidores tuvieran una plantita en el balcón se acabaría el narcotráfico”. Asépticos e ingenuos al principal efecto colateral por tal profilaxis, poseídos de la coprolalia penal -esa obsesión por proferir obscenidades castigadoras-, con ánimus libidinoso se vuelcan a enunciar insignes proyectos de ley,  como penalizar a los padres por las conductas de sus hijos; a los acompañantes del que conduce ebrio; a que los agarrones en la vía pública se castiguen como abuso sexual por sorpresa; a quien cubra su rostro en las movilizaciones; a elevar las penas por licencias falsas y -la más reciente- que al mero antojo persecutor, sin orden judicial mediante, se permita conocer a quién llamas por teléfono, quién te llama, cuánto hablas y por extensión, de qué hablas. Aberraciones u obscenidades penales  o en buen chileno pura caca, más propia de los seguidores de Súper Taldo, ese chileno entrevistado por TVN en los años ‘70  que sufría esa extraña enfermedad que no le permitía dejar de hablar chuchadas. La televisión dictatorial de ese tiempo, prudente como correspondía, vetó en su momento la entrevista, muy por el contrario de lo que ocurre ahora, para desgracia nuestra, donde los que profieren tales inmundicias tienen amplia cobertura mediática y, a mayor abundamiento y desconsuelo, debemos escucharlos a la hora del desayuno, el almuerzo y la cena. Bueno, testimoniarán algunos, es que así de faranduleros y decentitos están los mass media por estos democráticos días.

Pero, para refrescar memoria, huelga decir que ese trastorno neurolingüístico no es nada nuevo y ha sido generativo del ser nacional: un bando del 2 de octubre de 1875 castigaba con 6 días de arresto al que causare estragos por encumbrar volantines.

Será por todo ello y por el fronterizo cariño natalino que le tengo al sonriente sol medianero que irradia la celeste blanca -y no se piense que me estoy aprovechando del repentino fervor pelotero- es que me uno a esa oportuna iniciativa propiciada por la rucia congresal puntarenense de nacionalizar a Marcelo Bielsa, pero yendo aún más allá postulo a que, por gracia, se extienda también el beneficio a Roxin y a Zaffaroni, lo que no desmerece, por cierto, a los criollos -Bustos, Echeverry y Garrido Montt-, propuesta que estoy enviando por email a parlamentarios y líderes de opinión, de modo tal que considerando las máximas de la experiencia y los conocimientos científicamente adquiridos ¿creen ustedes que me pesquen?...

Héctor Martínez, Periodista Defensoría Regional Magallanes

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