Sala de Prensa

12/03/2010

Paredes que se derriban

La siguiente columna de opinión, escrita por la Defensora Nacional, Paula Vial Reynal, fue publicada hoy por el diario La Tercera.

Pasado el remezón más fuerte, ese que conmovió nuestras almas y cimientos, viene la hora de las tareas más definitivas y de largo plazo.

El tiempo de las respuestas y el balance toca y es necesario evaluar el escenario que nos dejó un período breve pero intenso de crisis y descontrol.  La justicia se prepara para conocer de los hechos que ocurrieron estos últimos días,  dar su veredicto.

El terremoto que sufrimos no sólo derribó nuestras casas, vidas, ilusiones y seguridades. También las paredes más íntimas de nuestras inhibiciones, los muros de contención de nuestros límites. Para bien o para mal, la excepcionalidad del momento sembró de incertidumbre y miedos nuestra tierra.

La sensación de ser parte de la masa, activa, perdida, atemorizada en muchas ocasiones, colaboró con un estado de afectación que rompió con la normalidad. Dice este mismo diario, en la crónica que titula la edición del martes 9 de marzo, que el perfil de los saqueadores reveló que un 90 por ciento no tiene antecedentes penales y que se trata de personas de escasos recursos y trabajadores de clase media. Un grupo humano que en otras circunstancias jamás habría actuado como lo hizo y que probablemente hoy se cuestiona su accionar.

Es difícil obviamente, sino imposible, ser empático con personas que abusaron del dolor y el desconcierto. Y, sin embargo, muchos fueron parte del mismo. Los excesos han ocurrido en muchos casos; así como hubo saqueos, se investigan situaciones de abuso de autoridad, incluso con resultado de muerte, de quienes han estado a cargo de nuestra seguridad. En todos los casos se afectaron derechos y se pasó a llevar la ley pero es imprescindible distinguir escenarios y actitudes. Y en todos los casos será necesario investigar, perseguir responsabilidades y resolver para cerrar el tiempo de la anarquía.

La justicia se basta con el ejercicio de intentar reconstruir la verdad, analizar los argumentos y conformar una respuesta. La justicia no es más eficiente y efectiva si condena a todos. Si los delitos se investigan la impunidad queda concluida, las respuestas de la justicia están aseguradas, sean éstas las que sean. En la investigación, en el análisis, en el debate caso a caso deben buscarse las causas de su comisión, el contexto en el que se dan, para agravar o atenuar la conducta, y decidir conforme a ello.

La propia ley nos provee de herramientas que permiten conjugar los argumentos que alimentan la decisión final, y se hace justicia, no hay impunidad y la sociedad retoma la tranquilidad.  La aplicación de la ley considera también la necesidad de atender al contexto en el que se desarrollan los delitos y al estado anímico en que se encuentran sus autores. Y eso es lo que los tribunales deben resolver, con los antecedentes y los argumentos de fiscales y defensores.

La posibilidad de que este tipo de actitudes y situaciones se repita en el futuro es bastante improbable pues está asociada precisamente a la excepcionalidad de la catástrofe.  Y no es por ello que debemos dejar sin respuesta  lo que ocurrió, ni reprobarlo o asombrarnos.

El Estado de Derecho actúa como barrera frente a excesos. Protege nuestros derechos y garantías proveyendo de herramientas para reaccionar a los abusos, a las infracciones, a las injusticias y arbitrariedades.

Este escudo debe reforzarse permanentemente y la pretendida seguridad no es excusa para debilitar los derechos que nos favorecen a todos. Ceder espacios de protección de nuestras garantías por eventos tan excepcionales como lamentables, es un error y un retroceso para todos los ciudadanos. Las políticas públicas y su materialización deben dirigirse a la construcción y consolidación de la paz social. 

La catástrofe debe ser la oportunidad de echar abajo los muros de la desconfianza, de la individualidad, del abuso y la inequidad. Y los derechos y su reconocimiento, deben ser nuestras herramientas.

Por Paula Vial Reynal, Defensora Nacional.

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