Sala de Prensa

03/06/2010

El regalo de la libertad

La siguiente columna de opinión, escrita por la Defensora Nacional, fue publicada hoy por el semanario The Clinic.

En sabias palabras, el ingenioso hidalgo enseñaba a su escudero: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.

Y guardaba en ello una razón universal. La libertad es no sólo uno de los derechos más preciados del ser humano sino uno de los pilares de una sociedad democrática, que debe resguardarla de afectaciones y limitaciones.

Aún cuando la reforma procesal penal ha impactado fuertemente el sistema carcelario, duplicándose la población privada de libertad en sólo una década, no ha tenido el mismo efecto la legislación que ordena estas materias, ni la infraestructura que alberga a tantas personas, en metros y condiciones, ni finalmente el esfuerzo por dotar a esta sanción de un enfoque rehabilitador, con recursos y orientación dirigidos a las oportunidades.

Es una norma de simple rango reglamentario la que regula la cautela de los derechos de los condenados privados de libertad, no obstante que supone importantes restricciones a garantías constitucionales. No existen, tampoco, tribunales especiales o jueces exclusivamente dedicados a controlar el cumplimiento de las garantías de quienes se encuentran cumpliendo condenas, a diferencia de lo que ocurre en otras legislaciones con los jueces de ejecución penitenciaria, no obstante que el Estado debe asumir la responsabilidad por la integridad de quienes ha puesto tras las rejas, al cumplir con su deber de asegurar la paz social mediante la persecución y sanción de los delitos.

Salvo por casos de abusos o escándalos que se destacan en los medios de comunicación o programas de investigación televisiva que pretenden ahondar en la realidad oculta del día a día de las cárceles, la invisibilidad de la vida tras barrotes es la regla.

Si en estos días no hubiere impactado la denuncia en video de los internos de la cárcel de Villarrica sometidos a vejámenes y abusos físicos por sus custodios, aún a pretexto de allanamientos por seguridad, la regla sería el silencio y el desinterés por el bienestar de estos presos. Se trata de una denuncia que hay que investigar pero que, de ser efectiva, como señalara el director de Gendarmería, Luis Masferrer, contiene imágenes de la cárcel que no son propias de un Estado democrático.

Y coincide en tiempo y dirección con las conclusiones del informe de la fiscal de la Corte Suprema, Mónica Maldonado, quien ha destacado la precaria situación que se vive en las cárceles del país especialmente ahora, luego del terremoto de febrero, en las regiones más afectadas por el mismo. Hacinamiento, falta de condiciones de higiene, limitación de programas de rehabilitación son algunos de los ejemplos de condiciones que no resultan adecuadas a una política criminal que pretende poner el acento en la reinserción.

Como bien han señalado las autoridades, especialmente el ministro de Justicia, la pérdida de la libertad no es equivalente a la pérdida de la dignidad. Y el esfuerzo por llenar de contenido una sanción debe dirigirse a reforzar el trabajo de reinserción y rehabilitación de los condenados como se ha potenciado. El camino a la libertad puede exigir esfuerzo, pero debe ir acompañado de herramientas y oportunidades de mejora. La ganancia es de todos si invertimos en ello.

Destacar que se abusa del uso de la prisión preventiva -en su solicitud y concesión-, que el sistema no es más eficiente si mete más personas a la cárcel y que el cambio de mirada, más creativa en las sanciones a aplicar y puede generar incluso mejores resultados en materias de seguridad ciudadana, es un deber de quienes debiéramos ser garantes en la protección de los derechos de los condenados.

Como Defensoría debiéramos extender y profundizar una parcial e incipiente experiencia en la prestación de asesoría jurídica a personas condenadas, como parte de nuestra misión institucional de otorgar defensa penal a todos aquellos imputados que carezcan de abogado; transformándonos así en los “auditores externos” de la labor de Gendarmería, en el cumplimiento de las obligaciones sobre derechos humanos y respeto de garantías y responsabilidad pública para con aquellos que se encuentran privados de libertad.

Uno de los redactores de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de América, el inventor Benjamin Franklin, señaló: “Aquellos que cederían la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal no merecen ni libertad ni seguridad.” Son palabras que en el bicentenario de nuestra independencia debieran alertarnos en el cuidado del regalo de la libertad.

Por Paula Vial Reynal, Defensora Nacional.

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