Sala de Prensa

21/12/2010

Crónica de una tragedia anunciada

El diario ciudadano El Morrocotudo, destacó este artículo del Defensor Regional de Arica y Parinacota, Claudio Gálvez, tras conocerse la tragedia de la cárcel de San Miguel.

Lo dijimos durante años. Todos lo dijeron. Relatores internacionales de derechos humanos, organizaciones y observatorios de todos los colores y tendencias, centros de investigación  universitarios, la Fiscal de la Corte Suprema en sus informes de los últimos años. Nadie podría decir que no se sabía que una tragedia como la de la cárcel de San Miguel ocurriría. Los precedentes estaban. Un incendio hace diez años en esa misma cárcel. El incendio en Puerto Montt, en el que ocho menores de edad murieron calcinados. Lo mismo en Iquique. Lo mismo en Colina.

Todas las cárceles de nuestro país están sobrepobladas y con los presos hacinados, la mayoría en porcentajes superiores al 100 por ciento. La mayoría con sus habitantes viviendo en condiciones infrahumanas. Durmiendo en el suelo. Con baños insalubres, llenos de fecas y sin agua. En las condiciones en que ni siquiera tenemos a los animales los tenemos a ellos, y los tratamos como a la basura y escoria de la sociedad. ¿A quién debiera extrañarle que haya motines?; ¿que no exista la rehabilitación?; ¿que todos salgan de las cárceles para seguir delinquiendo?

Un sistema que sólo pide mano dura, que clama por cárcel como única solución para todo tipo de delitos y para todo tipo de infractores, no debiera escandalizarse ante estos hechos. Los mismo que rasgan hoy vestiduras al ver que muchos de los muertos de San Miguel eran primerizos, que estaban presos por vender CD’s piratas, son los que piden mano dura y endurecimiento de las penas. Son los mismos que han impulsado reformas al sistema procesal penal, para que haya más prisión preventiva, para que los jueces tengan menos facultades y las policías más.

Seguimos al debe en materias de derechos humanos. En prevención del delito. En rehabilitación para el delincuente. En mejoras sociales y oportunidades para nuestros jóvenes. Una vergüenza para el Estado chileno. Una vergüenza para todos nosotros. Piénselo la próxima vez que pida o escuche a alguien pedir “más mano dura contra la delincuencia”. Acuérdese de estos 81 muertos, para que al menos no haya sido en vano.

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