Sala de Prensa

12/05/2011

Somos distintos

La siguiente columna de opinión, escrita por la Defensora Nacional, fue publicada hoy por el semanario The Clinic.

La muerte de Osama Bin Laden desafortunadamente ha sido la muestra más evidente de cuánto cedemos terreno a nuestros derechos en el afán siempre difuso e inalcanzable -una imagen, un sueño- de la seguridad.

El terrorismo desvirtúa las reglas, nos altera al punto de olvidar civilidad y normas. Nos ponemos a su altura y no nos diferenciamos de aquellos a los que llamamos nuestros más salvajes y persistentes enemigos. Cedemos al temor irracional y nos convencemos de que no había otro camino. Nos persuadimos de que actuamos en exceso en la excepción y vamos imperceptiblemente haciendo de ello la regla general.

Pero no tiene por qué ser así.

Podemos diferenciarnos de ellos en los métodos. Podemos diferenciarnos de la barbarie de aplaudir el asesinato, la tortura y la justicia por la propia mano sin proceso justo.

Podemos distinguirnos porque, incluso desde nuestra propia historia reciente, rechazamos con horror que un cuerpo sea arrojado al mar luego de ejecutarlo.

Podemos distinguirnos porque, incluso para los enemigos más enconados y peligrosos, exigimos un juicio equilibrado para condenar a alguien, porque no actuamos desde la inequidad del prejuicio sin derecho a defensa.

Podemos ser otros si analizamos causas y no sólo efectos y nos damos un tiempo para buscar en la historia de los pueblos y las culturas las razones de los encuentros y desencuentros y la mejor forma de solucionarlos, aunque sea un trabajo de largo aliento.

Podemos ser otros y no vivir según la máxima de que el fin justifica los medios sino apegados a la norma, de forma y de fondo, buscando la igualdad y el respeto de todos.

De todos.

Podemos ser distintos y no crear realidades o maximizarlas transformando las raíces de la genuina protesta ciudadana en una mala copia de un fenómeno que nos inquieta, pero que nos es ajeno.

No se trata de minimizar el riesgo cuando éste realmente existe. Sino de negarnos a adaptarnos a su falta de reglas y principios. No se trata de dejar de perseguir el delito cuando éste se produce y sancionarlo cuando se prueba, sino de hacerlo de acuerdo al debido proceso que hemos acordado.

La ilusión de una protección total no nos debe llevar a permitir desproporciones que finalmente se asemejan peligrosamente a las de quienes combatimos. 

Se ha señalado en estos días que críticas transversales a la actuación de algunos organismos podrían socavar la institucionalidad y que si algo afecta el estado de derecho es precisamente que la ciudadanía -a partir de estas críticas- pueda desconfiar de sus instituciones. Pero es posible imaginar que precisamente actuaciones de las que no se rinde adecuada cuenta, excesivas, arbitrarias y dudosas son las que crean la desconfianza que debe ser aclarada y que socavan el estado de derecho.

¿Por qué asesinar a un terrorista peligroso si podemos enjuiciarlo? ¿Por qué evitar reglas y normas, que aún en estado de guerra nos preciamos de cultivar y respetar? ¿Son estos tiempos sin límites?

Indignación. Estupor. Desconcierto. Podrían, debieran ser reacciones ciudadanas frente a los excesos.

No somos terroristas. No somos delincuentes. No somos el enemigo. Somos distintos a ellos. Demostrémoslo.   Por Paula Vial Reynal, Defensora Nacional.

  • subir
  • imprimir
  • volver