Sala de Prensa

06/09/2011

Reforma integral a la Ley de Tránsito

La siguiente columna de opinión, publicada hoy en el diario El Centro de Talca, fue escrita por el Defensor Regional del Maule, José Luis Craig.

La conducción en estado de ebriedad es un problema en nuestro país, qué duda cabe.  Baste para ello analizar las cifras, que históricamente sitúan esta clase delitos dentro de los cuatro de mayor frecuencia a nivel nacional.

Es por ello que es loable que los parlamentarios y las autoridades en general se preocupen de poner atajo estas alarmantes cifras, más aun cuando son acompañadas de víctimas fatales inocentes.

Sin embargo, y dado el componente penal que es necesario entregar en caso de no cumplimiento, sería bueno indicar que considerar tan sólo la herramienta punitiva para prevenir estos delitos es un error o una ingenuidad.

Ello, porque tal afán punitivo no acabará por sí sólo con la venta de alcohol, con la expansión del parque automotriz, con los locales de diversión nocturna y, lamentablemente, con la existencia de conductores irresponsables que, mezclando la diversión con la necesidad de movilizarse para ello, conduzcan bajo los efectos del alcohol.

Si se quiere prevenir de verdad, debe partirse por lo básico, que es que en las calles se desplacen conductores que realmente valoren lo que es el privilegio de poder conducir vehículos motorizados. Y eso se obtiene no sólo por la amenaza de cárcel -la que por cierto es dudosa en manejos que no provocan ninguna lesión externa (heridos o daños en la propiedad pública o privada)-, sino que más bien con la mayor estrictez al momento de obtener la licencia de conducir.

Vale la pena mencionar en este punto la visión alarmante de algunos programas de televisión, que han puesto en evidencia actitudes más que negligentes de las autoridades municipales a la hora de otorgar o renovar la licencia de conducir, sin exigir los exámenes mínimos de competencia a los aspirantes a conductores.

Si se va a hacer un esfuerzo legislativo en la materia, entonces debiese aprovecharse el impulso normativo para hacer una reforma a cabalidad en nuestra ley de tránsito, avanzando hacia las normativas realmente serias y estrictas para la obtención de licencia de conducir que los países europeos y Estados Unidos se han dado en la materia.

Eso incluye procesos estrictos de selección, exigencias educacionales mínimas más altas de las que existen en Chile actualmente, períodos a prueba, exigencias de horas de manejo anterior con monitores, sistema de pérdida de puntos por infracciones, re - acreditaciones permanentes, sanciones fuertes en materia económica y, por último, la existencia de una cancelación ad eternum de la licencia de conducir para personas infractoras de las normativas de tránsito en general, cualquiera sea la falta.

Si enviamos a conductores que realmente sienten que fue un esfuerzo económico y personal conseguir el privilegio estatal de conducir por las vías públicas, tendremos a conductores con mayores grados de responsabilidad al volante, y que valorarán más la pérdida de tal permiso, con lo que generamos educación o cultura en la población y con ello -naturalmente, y sin necesidad de llenar más cárceles- estamos contribuyendo, desde las bases del problema, a que disminuyamos las cifras de este delito, culposo (es decir irresponsable) en su esencia, denominado manejo en estado de ebriedad.

Es decir, pensar con una visión más integral los problemas puede ser mucho más eficiente y barato que tan sólo modificar leyes para tener más personas tras las rejas. Y así evitamos, de paso, que ante una tragedia en un centro penal nos demos cuenta con horror que había más personas allí de las necesarias.

Por José Luis Craig Meneses, Defensor Regional del Maule.

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