Sala de Prensa

23/11/2012

Columna de opinión:

Antofagasta desconocida

El siguiente artículo, publicado en el diario El Mercurio de Antofagasta, fue escrito por el asesor jurídico de esa Defensoría Regional, Ignacio Barrientos.

Anoche concurrí a la Subcomisaría Norte a visitar a un joven detenido. Mientras buscaba el cuartel no sólo pude observar la extensión de Antofagasta, sino lo desconocida que resulta para muchos de nosotros.

Se comprende en estas ocasiones que los problemas de Antofagasta, de por sí graves, se agigantan en algunos sectores: iluminación, basura, veredas, “eventos”  y un largo etcétera.

¿Cuánta importancia tiene conocer la ciudad en que vivimos y a sus ciudadanos? Mucha, mucha importancia, pues sólo si conocemos el suelo que estamos pisando y sobre todo a la gente con la que hablamos en ferias, supermercados y oficinas podemos interiorizarnos de sus alegrías, tragedias y motivaciones.

Debemos ser sinceros: muchas veces nuestra forma de relacionarnos con los demás es superficial. Eso marca la diferencia con las relaciones que se forjaban antaño, cuando los vecinos se conocían con nombres y apellidos, cuando había un solo teléfono en la cuadra, cuando los niños jugaban en las calles de los antiguos y nominativos barrios. No aspiro a cambiar la realidad actual, pero creo que todos pensamos que sería bueno un cambio de actitud que nos transforme, de verdad, en conciudadanos. 

Creo que muchos de los problemas de diseño y gestión de políticas públicas tienen su origen en quienes están encargados de su elaboración y ejecución. Autoridades y funcionarios a los que “les falta calle”, que no conocen las ciudades en que viven, o que sólo conocen una parte de ella.

Para gobernar, juzgar, acusar y defender a nuestros conciudadanos -todas posiciones que nos sitúan en relación de poder con los otros-, debemos conocer y empatizar con sus dolores y su vulnerabilidad.

Excurso: quien pueda viajar fuera de nuestras fronteras debiera hacerlo como imperativo sociológico y no solo turístico. Conocer otras calles, otras costumbres, vivir y sentir la vulnerabilidad nos enseña respeto por el otro, especialmente el más débil. Nos capacita para comprender sus faltas. Para gobernar, juzgar, acusar y defender al vulnerable hay que sentirse al menos una vez en la vida “vulnerable”.

En todo caso, lo primero, lo necesario, lo urgente es viajar a lo desconocido de nuestra ciudad.   
 
Por Ignacio Barrientos Pardo,
asesor jurídico Defensoría Regional de Antofagasta.

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