Sala de Prensa

13/02/2007

El Defensor Tiene La Palabra

Columna de Ignacio Barrientos Pardo, Asesor Jurídico de la Defensoría Regional de Antofagasta

Este es el título de una novela del escritor rumano Petre Bellú, editada en las primeras décadas del siglo XX. "El Defensor Tiene La Palabra", es de aquellos libros que marcan, especialmente cuando uno tiene la suerte de encontrarse con él a temprana edad. Gracias a la suerte y a mis amigos de la librería de la Casa de la Cultura tuve la oportunidad de releer ésta novela, que es probablemente la que más huella ha dejado en mí y que por eso mismo no me canso de regalar y recomendar.

"El defensor tiene la palabra" es también la frase con la que, de vez en cuando, algunos/as jueces anuncian en audiencia que ha llegado el turno de la defensa. En más de alguna ocasión he sonreído cuando algún magistrado/a usa, sin saberlo, esta fórmula que tiene tanto significado para mí.

Bellú, vagabundo-residente de Bucarest, nos relata en su estilo llano, la vida de un hijo de una prostituta que en los períodos previos y posteriores a la Primera Guerra Mundial ve como su mundo cambia repentinamente. Es la historia de un hombre atormentado, arrepentido y agónico. Es una confesión de un condenado a morir por su propia decisión.

Una de las grandes enseñanzas de la novela es que la comisión de un crimen no se comprende sin considerar las circunstancias de la vida de la persona que lo cometió.

Como lo sostenía Francesco Carnelutti el proceso penal permite ocuparse de la pequeña historia, la historia de los individuos. El juez y los intervinientes en este trance deben ser agudos historiadores. Este cometido histórico no sólo se debe limitar a los aspectos externos sino también a los internos (el alma del hombre, según Carnelutti). Por ello se postula que el juicio penal no sólo debe procurar conocer el hecho, sino que además al hombre que se juzga y para ello es necesario reconstruir su historia.

Ciertamente, esa reconstrucción histórica, por las limitaciones estructurales y epistemológicas del proceso penal (lo que Carnelutti llama más literariamente "las miserias del proceso penal"), es incompleta y no es capaz nunca de desentrañar los misterios del alma de una persona.

La comprensión y el respeto con el acusado, incluso la indulgencia con el condenado, son caminos que nos acercan mucho más al conocimiento de aquello que ni el proceso penal es capaz de proveernos: la historia íntegra de un ser humano que con, sus aciertos y errores, no ha perdido aún la capacidad de arrepentirse y de pedir perdón.

"El Defensor Tiene La Palabra" es una oportunidad imperdible para quien quiera, como regalo para sí mismo, comenzar a conocer el alma de un hombre capaz de describir sus acciones y sentimientos, sus dolores y sus pocas alegrías, su culpa y su sentido arrepentimiento.

 

 

 

 

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