Sala de Prensa

28/10/2008

Reinserción, esfuerzo de todos.

Columna de Pedro Casanueva Werlinger, Defensor Regional de Antofagasta.

Es común pensar que el paso de todo individuo por un centro penal es sinónimo de aprendizaje de todo tipo de técnicas delictuales más que de las herramientas necesarias para alcanzar una efectiva reinserción social, dando paso a la clásica reincidencia de quienes salen en libertad. En una entrevista radial escuché la pregunta que resume el sentir de muchos ¿Es la reinserción social una utopía? Antes de intentar una respuesta, me parece adecuado analizar con detención el tema ya que de él derivan cuestiones de fondo como la sobrepoblación de los penales y los fines últimos de la pena.

De hecho, no soy el único que plantea la necesidad de profundizar la mirada en esta materia ya que la Defensoría Penal Pública y Gendarmería de Chile, llevarán a cabo el 2° Seminario de “Reinserción Social y Seguridad Pública”, ocasión en que expositores nacionales e internacionales avanzarán en la mirada que el tema merece y su impacto en la sociedad.

No podemos desconocer que las penas de encierro generan desocialización del individuo y ello implica que los condenados tienen escasas posibilidades de optar a una verdadera reinserción una vez que cumplen su pena. Además, la realidad al interior de los recintos penales nos habla de un problema mayor que en muchos casos impide la rehabilitación de los internos. Sin embargo, la ley da opciones de cumplimiento alternativo de las penas, para que los condenados mantengan sus trabajos y sigan contribuyendo al sustento de sus respectivos grupos familiares.

Además, en la realidad de los condenados privados de libertad cobra relevancia la aplicación de los llamados beneficios intrapenitenciarios, que constituyen el punto de partida al proceso que busca una reinserción progresiva mediante la concesión de permisos de salidas al medio libre otorgados por la autoridad, cuyo beneficio último es la libertad condicional.

En este ámbito, estudios recientes indican que las menores tasas de reincidencia se concentran en aquellos sectores de la población condenada que ha gozado de las medidas alternativas como la remisión condicional, reclusión nocturna y libertad vigilada. La utilidad sistémica de estas herramientas política-criminales es precisamente evitar el contagio criminógeno que conlleva el encierro carcelario y se justifica por esta misma razón.

La sanción penal no debe ser mirada sólo desde la óptica de la privación de libertad sino, más bien, pensar en un mundo en que el encierro sea el último recurso estatal frente una a infracción penal y se propenda a la resocialización más que a la desadaptación del individuo. Si la sociedad no logra comprender esto, podríamos estar cerca de una utopía. Pero aún aceptando esa posibilidad, todo esfuerzo humano debe también basarse en ideales y en sueños, y en nuestra labor no renunciaremos a la idea de una sociedad en donde la reinserción y la integración de quienes son privados de libertad sean posibles.

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