Sala de Prensa

16/09/2009

"Lo que está en la cárcel es el cuerpo, no la mente y menos las palabras"

Esta fue la premisa de los 23 hombres y 28 mujeres de la cárcel de Rancagua que participaron del taller literario "Cuentos desde la Cárcel", que se llevó a cabo entre marzo y agosto gracias a un convenio entre el Ministerio de Justicia y la organización de cooperación alemana GTZ.

“Por qué yo siendo muy pequeño ya estaba condenado a la burla y la risa: Nací para ser un típico desastre…” Estas palabras son parte de un escrito del recluso Luis Olivero Tornel, un hombre más que cincuentón que cumple una condena de doce años por robo con intimidación reiterado.

Desde el módulo 51 fue llevado por seis meses a la Escuela Penitenciaria, donde el profesor de literatura Óscar Aguilera les hacía una invitación para plasmar sus recuerdos, sus sueños y sus sentimientos en una obra escrita.

Los talleres literarios, realizados además en otras 12 cárceles del país, se organizaron en el marco del convenio de “Reforma de los Procedimientos y  Bases Legales en el Ámbito Penitenciario”, suscrito el 11 de Julio de 2008, entre el Ministerio de Justicia y la GTZ, un organismo dependiente del gobierno alemán, que presta servicios de cooperación para el desarrollo de las comunidades más vulnerables de todo el mundo.

Los objetivos principales fueron dibujar una imagen humana de las personas privadas de libertad, que les permita mirarse en forma diferente y poder conseguir que las mujeres y hombres presos mediten sobre los problemas y las consecuencias que encontrarse recluidos les ha traído a su vida y a la de las personas de su entorno afectivo más cercano.

“Mis palabras van a traspasar estos barrotes” De todas las obras realizadas por los más de 200 internos que participaron de estos talleres en todo el país, se seleccionarán los mejores para dar forma a un libro que será editado próximamente y en el que los reclusos verán el resultado de estos seis meses de trabajo.

Para el Defensor Regional de O’Higgins, Alberto Ortega, “estas actividades sirven no sólo para desestresar a los internos en su encierro y aumentar su creatividad, sino además para acercar la realidad penitenciaria a la sociedad y mostrar que las personas privadas de libertad son capaces de reconocer su realidad”.

Agregó que se trata también de una oportunidad para que los propios internos puedan analizar su historia y resolver entonces si lo que desean en el futuro es más de lo mismo: delito, agresión, dolor, vergüenza y encierro. “Esta experiencia es un paso importante en el camino de una rehabilitación. Al igual que un enfermo de adicción, lo primero es aceptar ese hecho y luego de verdad decidir si se quiere seguir siendo esclavo de esa realidad o bien, de forma honesta, reflexionar y decidir que se es dueño de la capacidad de cambiar las cosas”, aseguró.

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