Sala de Prensa

15/12/2009

Absuelven a acusado en Ñuble tras 5 meses y medio en prisión preventiva

Mañana, miércoles 16 de diciembre, los jueces del Tribunal Oral en lo Penal de esa ciudad leerán la sentencia que declara inocente a un vendedor ambulante de Chillán, luego de que la supuesta víctima reconociera que había mentido.

Pese a que en nuestro sistema penal se es inocente hasta que se pruebe lo contario, la realidad demuestra que esa premisa no se cumple siempre con la rigurosidad que se quisiera. Para algunos, probar que no se tiene culpa es una guerra en la que se pierden muchas batallas y que a veces se gana casi con un milagro.

Es la historia de Francisco, un vendedor ambulante de Chillán, a quien se le acusó e imputó haber abusado sexualmente de una menor en al menos dos ocasiones. Podría tratarse de un caso más, pero no. Francisco tuvo que enfrentar demasiados obstáculos.

Todo comenzó en mayo de 2006, luego de que una sobrina de su pareja señalara a sus padres que su ‘tío’ había abusado de ella. La denuncia  llegó a manos de la Fiscalía,  pero estuvo sin movimiento por largo tiempo.

Casi dos años después, las diligencias se retomaron y a la víctima –ahora de 13 años- se le realizó un examen sicológico para corroborar la veracidad de sus dichos, tarea que fue desarrollada por un profesional de una Corporación dedicada a este tipo de pericias. Tras la prueba, el perito calificó el relato de la menor como “altamente creíble”. Pero no sólo eso, incorporó también un  ‘informe de daños’, que sostenía que la niña tenía un trastorno de ansiedad y recomendaba derivarla a un programa de apoyo especial.

Esos antecedentes bastaron para que en febrero de este año a Francisco se le formalizara y se le dejara en prisión preventiva. No importó que llegara por sus propios medios a esa audiencia y no evitara enfrentar a la justicia. Tampoco importó que junto a su pareja e incluso junto a los padres de la menor que lo denunciaba, en ese momento él mismo hubiese llevado a la niña a un centro de salud, para comprobar que no tenía evidencia de violencia física de ningún tipo. Menos importó que luego Francisco prestara declaración voluntaria ante la policía. 

Pese al trabajo de la defensa, que siempre sostuvo su inocencia, ni el juzgado de garantía ni la Corte de Apelaciones de Chillán creyeron en todos estos argumentos. Era más fuerte el relato de la ‘víctima’, el que fue creciendo en detalles con el paso del tiempo, avalado además por una pericia que lo validaba como ‘cierto’.

Pero en medio de este complejo panorama, algo ocurrió. Porque pese a que la investigación se cerró a fines de julio pasado y se acusó a Francisco por abuso sexual reiterado, de a poco la duda sobre lo ocurrido se fue instalando.

De hecho, la prisión preventiva fue reemplazada por arraigo nacional, firma quincenal y prohibición de acercarse a la víctima. Fue así como Francisco esperó el juicio oral en su contra. Y esa fecha llegó el pasado viernes 11 de diciembre.

Claro que algo faltaba para cerrar esta historia. Apenas se inició el juicio, en su primera declaración la víctima se retractó. No sólo eso: reconoció que mintió, que todo lo había inventado, que era falso. Explicó que lo hizo porque su padre y Francisco tenían problemas.

Tras esto, la Fiscalía renunció a su prueba y el tribunal sin más trámites declaró al acusado inocente, fijando para este miércoles 16 la lectura de la sentencia, que ratificará la exculpación de Francisco.

Una triste historia, que deja muchas interrogantes y que nuevamente abre el debate sobre las pericias sicológicas, en particular sobre la validez, certeza e idoneidad de los informes de credibilidad de los relatos de menores de edad, precisamente por las consecuencias que éstos pueden tener.

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