Sala de Prensa

18/01/2010

34 bolivianas soportan encierro lejos de casa: condenadas a la soledad (*)

Único contacto con hijos y seres queridos es una llamada telefónica cada 15 días.

(*) El siguiente reportaje fue publicado ayer domingo por el suplemento 7 Días, cuerpo de reportajes del diario El Mercurio de Antofagasta.

Una breve llamada telefónica cada quince días es el único contacto “directo” que mantienen con sus familiares. De vez en cuando alguna encomienda con fotos, cartas y elementos básicos hace más llevadero el encierro, pero el alivio sólo es temporal, porque nada sirve para borrar de sus mentes el recuerdo de los seres queridos.

En la actualidad son 34 las ciudadanas bolivianas (imputadas y condenadas) que permanecen privadas de libertad en centros penitenciarios de la región, 23 en Antofagasta y 11 en Calama. Todas por delitos asociados a la Ley de Drogas.

Estas mujeres -comúnmente conocidas como “burreras”- reciben un doble castigo, porque al encierro en un país extraño, como el nuestro, se suma la angustiante sensación de estar lejos de sus familias, en especial de sus hijos, que permanecen en Bolivia en condiciones que no siempre son las adecuadas.

“REGALO” Durante tres meses (junio a septiembre de 2009), S.M.C., de 27 años, no tuvo contacto alguno con sus pequeños, un niño de 5 años y una niña de 3 años, que quedaron al cuidado de una amiga y luego de su hermana en un poblado cercano a Cochabamba. La mujer venía a Chile sólo por una semana, pero fue detenida con su cargamento de droga y recién al tercer mes de reclusión accedió al beneficio de una llamada telefónica a su familia.

“Fue un momento muy triste, porque hablé con mi hijito mayor y él me preguntaba dónde estás mamita y me decía que me echaba mucho de menos. Y yo lo único que le decía era que se portara bien y que estudiara harto porque cuando fuera le iba a llevar una moto de regalos”, contó la mujer sin poder aguantar las lágrimas.

La historia de esta joven se repite con alarmante frecuencia en nuestra región: mujeres de bajo nivel económico y mínima educación son contactadas por mafias internacionales de narcotraficantes que les ofrecen entre mil y mil 200 dólares por ingresar droga.

En el caso de S.M.C. la oferta resultó demasiado tentadora en un momento que las necesidades familiares eran más apremiantes que nunca, ya que su hija menor había caído enferma y los 100 dólares mensuales que ganaba trabajando en el mercado de Cochabamba apenas les alcanzaban para vivir.

Hoy la joven sabe que le quedan dos años de condena en Chile y no oculta su pena por el largo periodo que aún falta para estar nuevamente con sus hijos. “Sé que va a ser muy difícil, pero mi familia me da fortaleza, me dicen que no rompa las leyes y que sea fuerte, por mis hijitos que me están esperando en casa”, relató. En la Defensoría Penal Pública conocen bien el drama que viven las extranjeras que permanecen recluidas en la región.

Valentina Acuña, asistente social de este organismo, recuerda lo sucedido con otra interna, B.B.A., de 38 años, detenida por tráfico de drogas en diciembre de 2008. Según narró la profesional, esta mujer viajó a Antofagasta desde el poblado de Entre Ríos, también cercano a Cochabamba, dejando completamente solas en Bolivia a sus tres hijas, de 15, 13 y 7 años.

Tras la captura de su madre, las menores debieron sobrevivir durante meses pidiendo limosna después del colegio (nunca dejaron de ir a clases), hasta que fueron contactadas vía celular y, en un acto de caridad, se les pudo hacer llegar algo de dinero reunido en la Defensoría.

“Ella sentía mucho miedo porque pensaba que su ex pareja, que tenía antecedentes de violencia intrafamiliar, podía aprovechar su ausencia para acercarse al hogar y abusar de las niñas. Eso la tenía muy angustiada y a todos nosotros también”, comentó la asistente social, quien estuvo a punto de viajar por su cuenta a Bolivia frente al riesgo que corrían las menores.

RECURSOS La capitán Helen Leal, alcaide del Centro Penitenciario Femenino (CPF) de Antofagasta, explicó que a las internas extranjeras se les permite realizar una llamada telefónica cada 15 días, lo que a la postre constituye el único nexo con sus seres queridos debido a la lejanía y la falta de recursos para viajar.

“Las internas esperan esa llamada como algo extraordinario, para muchas es la única oportunidad de escuchar la voz de sus familiares y las que más sufren son las chicas que tienen hijos pequeños, con ellas realmente se nos rompe el corazón”, declaró la oficial.

En el penal antofagastino existe especial atención hacia estas internas. Por lo general, se les permite compartir celdas para que no se sientan tan solas y mantengan algunas de sus costumbres.

Además, como se trata de una población más expuesta a crisis emocionales, Gendarmería está atenta a su conducta y ante el menor indicio de depresión, coordina la presencia de personal especializado.

AUMENTO La cantidad de bolivianas recluidas en la región por delitos asociados a la droga ha ido en aumento durante los últimos años. De hecho hoy, de las 140 mujeres (imputadas y condenadas) que están privadas de libertad en el CPF de Antofagasta, 23 tienen esa nacionalidad, en circunstancias que hace tres años sólo había una reclusa boliviana.

El defensor regional, Pedro Casanueva, manifestó su preocupación por este fenómeno, el cual asoció directamente a la presencia de bandas que se especializan en reclutar gente humilde para traficar.

“Se trata de personas que están en el último eslabón del tráfico de drogas. Son mujeres muy pobres, muchas veces de zonas rurales de Bolivia, que cuando son descubiertas quedan abandonadas en nuestro país y, lo que es peor, las personas que las introdujeron al delito nunca más aparecen”, apuntó.

Para el defensor resulta crucial que  Chile y Bolivia den efectiva aplicación a un tratado de transferencia de personas condenadas promulgado en abril de 2004, pues de esa manera sería posible que internos de ambas nacionalidades cumplan penas en cárceles de su propio país, donde estarían más cerca de sus seres queridos.

Dicho acuerdo hasta ahora ha tenido muy poco efecto práctico en la región, tanto es así que la primera solicitud formal de traslado fue realizada recién en junio pasado (cinco años después de su firma) por tres reos bolivianos de la Cárcel de Calama.

“Esperamos que estos convenios puedan aplicarse en forma más sistemática y den los frutos que se espera de ellos, porque aquí estamos hablando de un derecho humano que tanto Chile como Bolivia deben salvaguardar”, recalcó Casanueva.

LIBERTAD El pasado 8 de enero S.M.C. obtuvo el beneficio de la libertad vigilada, aunque mantiene la prohibición de abandonar el país hasta que cumpla totalmente su condena. B.B.A. goza del mismo beneficio desde septiembre de 2009. Durante un tiempo esta mujer, sin antecedentes penales al igual que la anterior, trabajó en un céntrico restorán de la ciudad, sin embargo, hace unas semanas su pista se perdió. Hasta el cierre de esta edición una de las posibilidades que se manejaba era que hubiese regresado ilegalmente a Bolivia para estar junto a sus tres hijas, quienes permanecen solas desde que cayó detenida, hace más de un año.

Recuadro 1: Preocupación en Consulado El cónsul de Bolivia en Antofagasta, Guillermo Romero, explicó que la representación diplomática está permanentemente preocupada por la situación de las internas extranjeras, a las cuales se visita de manera frecuente.

Romero dijo que el objetivo de estas entrevistas es conocer el estado en que se encuentran, brindarles orientación legal y ver la manera de ponerlas en contacto con sus familiares.

“Nuestro objetivo principal es que los familiares se trasladen a visitarlas al penal donde están recluidas, nosotros insistimos mucho en esa necesidad, sin embargo, en algunos casos se da y en otros no, desconocemos los motivos de esto último”, afirmó.

Cuando el contacto directo no es posible -situación que se da en la gran mayoría de los casos- el consulado actúa como “puente”, ubicando familiares en Bolivia y recogiendo información para entregarla luego a las internas a través de Gendarmería.

El diplomático hizo notar que las internas bolivianas viven su encierro en Chile en un estado de gran estrés y aflicción por la lejanía de sus familias.

“Muchas descargan todas sus emociones en nosotros, porque nos ven como una especie de confesores, y nosotros tratamos de calmarlas, darles fuerza, darles más valor, para que no sea tan duro su encierro”, precisó.

Sobre la situación de los niños que quedan en Bolivia, Guillermo Romero, explicó que, afortunadamente, por los fuertes nexos familiares que existen en su país, los pequeños casi siempre quedan al cuidado de padres, tíos o abuelos.

Recuadro 2: Ejemplar conducta Las internas bolivianas del Centro Penitenciario Femenino de Antofagasta se caracterizan por su buen comportamiento.

Más de la mitad de ellas participa en los talleres de costura que se dictan al interior de la unidad, situación que les permite ganar dinero para cuando recuperen su libertad. “Son personas muy tranquilas, no se meten en problemas y atienden muy bien las normas internas, pero esto de no estar cerca de sus familiares genera crisis emocionales y hay que estar muy atentas con ellas”, comentó la capitán Helen Leal, alcaide del penal.

La oficial señaló que muchas de las mujeres entran a la unidad sin saber leer y escribir y que incluso hay casos de internas que sólo se comunicaban en quechua, por lo que el contacto con ellas sólo era posible a través de otras internas.

Por José Luis Ramírez Morales, Periodista diario El Mercurio de Antofagasta.

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