Sala de Prensa

08/04/2010

No hagamos de la excepción, la regla general

La siguiente columna de opinión fue escrita por el abogado Carlos Arriagada Blanco, Defensor Público de San Vicente, publicada en el diario El Rancagüino.

Hemos venido experimentando como país, desde los sucesos del 27 de febrero de 2010, fecha que sin duda nos marcará a fuego, diversos y variados acontecimientos que es preciso permitirnos hacernos más de una reflexión.

 Las autoridades salientes vieron como la magnitud de la tragedia los sobrepasaba, siendo testigos de conductas de las personas más afectadas, especialmente en la región del Bío-Bío, que implicaban una violenta trasgresión de las normas más elementales de civilidad. Los saqueos se hicieron costumbre y la desorganización con la escuálida ayuda inicial, dieron paso a una sensación de caos y falta de autoridad. Fue en ese momento que, obligado por las circunstancias y porque no decirlo, por las opiniones de quienes serían las futuras autoridades, se decidió declarar el Estado de Catástrofe, que implica que los derechos y garantías constitucionales pueden ser objeto de limitación (ejemplo: derecho de libre circulación, derecho de reunión, entre otros.), por autoridades que asumen excepcionalmente el control de la zona en cuestión. Dichas autoridades son básicamente las Fuerzas Armadas, especialmente los militares.

Luego, fue así como empezamos a ver en nuestras calles y plazas, numeroso contingente militar, que aparecía en principio como una gran ayuda para devolver a las zonas afectadas, tranquilidad y apoyo, en momentos de suma tensión, por la incertidumbre en el comportamiento de la naturaleza. Incluso, no puedo dejar de recordar una frase de uno de los efectivos militares, que frente a las cámaras de televisión manifestaba que en tiempos pretéritos, los “pobres”, según sus palabras, los miraban con temor y no eran bienvenidos, pero en su llegada a la zona amagada, ahora, demostraban que su presencia significaba devolverles, en parte, una estabilidad pérdida.

Todo hasta aquí aparece como una reflexión que no es novedosa, y es parte de lo que hemos venido experimentando en este período, a partir de los aciagos hechos. Período por lo demás, que nos ha hecho mirarnos, en mi opinión, más en comunidad, que antes de los acontecimientos. El sentirnos que compartimos momentos comunes de sobresaltos y legítimo temor y angustia, hace que nos creamos más participe de una vida en comunidad. Y a esa instancia llegan nuestras Fuerzas Armadas a proporcionar apoyo.

Visto así las cosas, el estado de excepción constitucional, en mi modesta opinión, es una medida a todas luces acorde y atinada a las circunstancias.

Lo anterior, sin embargo, cambia de un modo preocupante y con un sabor de desafortunada decisión, cuando las autoridades actuales, deciden imponer el “toque de queda” en la ciudad de Concepción, con la finalidad de velar por el orden público, en la conmemoración del día del “Joven Combatiente”. No debemos perder de vista que durante los 20 años desde la recuperación de nuestra democracia, jamás se había decretado estado alguno de excepción, y no debemos acudir a dichos instrumentos, con la finalidad que no sea otra, de enfrentar situaciones extremas y dolorosas, como lo ha sido la catástrofe que ocupará nuestra atención por largo tiempo, y que no olvidaremos fácilmente.

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