27/04/2010
La privacidad y el arbitrio
La siguiente columna de opinión, escrita por el Defensor Regional Metropolitano Norte, Leonardo Moreno, fue publicada por el diario El Mercurio.
Con casi un teléfono celular por habitante, más algunos millones de red fija, la comunicación telefónica constituye hoy una vía esencial de contacto entre la gente. Todos sabemos que a través de esas ondas se transmiten infinitas conversaciones, informaciones, confesiones, discusiones e intrigas. Algunas son muy serias, otras en broma, pero todas expresadas con la libertad que da la certeza de que están en el ámbito de la privacidad.
En un estado democrático no puede ser de otra manera. Si la gente supiera que ciertos funcionarios tienen los equipos y la auto atribuida facultad para pinchar los diálogos que se les ocurran, la comunicación telefónica de la gente bajaría ostensiblemente. Las personas perderían una gran herramienta para desarrollar sus relaciones profesionales, comerciales y personales.
El anuncio del Ministerio Público de adquirir equipos de intervención telefónica para manejarlos a su amaño reviste suma gravedad. Por supuesto que no se entiende que quiera hacer interceptaciones saltándose la autorización de un tribunal, ya que esas grabaciones serían ilegales, y por lo tanto, no podrían servir como prueba.
Pero el riesgo es que, si a un fiscal le interesara intervenir las llamadas de una persona teniendo la capacidad, ¿cómo se controla que no va a hacerlo? Cuando hablamos de instituciones del Estado sometidas al imperio del derecho público no basta argumentar con que un fiscal jamás lo haría, porque se trata de personas intachables.
La ley impone controles y en este caso separa expresamente a los entes que intervienen en esta medida intrusiva: la solicita la fiscalía, la autoriza un tribunal de garantía y la ejecuta la policía, con la colaboración de la respectiva compañía telefónica. Así se neutraliza el peligro de que la gente sea grabada sin que ella lo sepa, terminando esos diálogos acumulados en incontables gigas, sin que se sepa cuál será su destino final.
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