10/12/2010
Que no sea sólo una anécdota
La siguiente columna de opinión, escrita por el Defensor Regional de Tarapacá, fue publicada en el diario La Estrella de Iquique.
Hace algunos meses el país entero se estremeció cuando 33 seres humanos quedaron atrapados en las profundidades de la tierra y nadie dudó que fuera como fuera, invirtiendo lo que hubiera que invertir, había que rescatarlos. Así se hizo y todos nos sentimos felices. Mostramos al mundo de lo que éramos capaces los chilenos.
Hace años se instaló en Chile el sentir colectivo de sentirnos inseguros frente a la delincuencia. La demanda ciudadana ha sido implacable: castigo ejemplarizador, el que se traduce en cárcel para el que delinque. El resultado no ha sido otro que tener uno de los más altos índices de privados de libertad en el mundo, en relación a la población. No obstante, seguimos sintiendo inseguridad y seguimos pidiendo más severidad en el castigo.
Pero lo más grave es que habiendo aumentado considerablemente el número de penales en el país, no ha sido suficiente: tenemos hacinamiento, condiciones indignas de habitabilidad y pérdida de la dignidad de los seres humanos enviados a prisión. Es cierto que quien delinque deber recibir un castigo, pero la cárcel no es el único castigo posible. Al contrario, es el peor. Así lo dicen estudios serios hechos por expertos criminólogos.
Pero, además, el castigo por el castigo no es útil a la sociedad. Lo que debe buscarse es la rehabilitación del que delinque, entregarle herramientas que le permitan reincorporarse al cuerpo social como ser productivo que pueda participar del avance del país. Sin embargo, la rehabilitación no es posible de alcanzar en la cárcel o, a lo menos, no en cárceles indignas y sin el personal suficiente para enfrentar el tremendo desafío que significa trabajar con personas, en su mayoría, con daño social importante, que se potencia en el encierro.
Penas no privativas de libertad, con seguimientos y redes sociales adecuadas son las que en la experiencia comparada tienen los mejores resultados.
Permítanme hacer una reflexión tal vez políticamente incorrecta, pero que siento muy necesaria. Cada día todos nosotros, los que demandamos más seguridad, estamos enviando a las profundidades del Averno a seres humanos, sin importarnos qué pasará con ellos y sin que nos importe su rescate. Somos entonces todos responsables de que más de ochenta compatriotas hayan quedado en el fondo, que no tengamos un papelito que nos diga “estamos bien” y que, en definitiva, el mundo nos siga viendo como un país subdesarrollado y finalmente el rescate de los 33 no sea más que una anécdota.
Por Arturo Zegarra Williamson Defensor Regional de Tarapacá
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