Sala de Prensa

30/05/2011

Ser inquisidor

La siguiente columna de opinión, escrita por el Defensor Regional de Tarapacá, fue publicada recientemente por el diario La Estrella de Iquique.

La “Santa Inquisición”, como sistema de enjuiciamiento, nace durante la expansión de la Iglesia Católica en un largo proceso que abarca los siglos XII y XIII, con el objetivo de consolidar y centralizar el poder y como forma de controlar el creciente mal comportamiento (ya en aquellos tiempos), de sus miembros.

Para esto se organizó el sistema sobre la base de oficiales de la Iglesia que debían trabajar en secreto, investigando y persiguiendo a quienes actuaban en contra de las normas y, finalmente, actuar como jueces para sancionarlos. El procedimiento se caracterizó por ser escrito y jerárquico, de modo que las máximas autoridades eclesiásticas ejercieran un estricto control.

Con este sistema se pretendía la reconstrucción de la verdad verdadera, por lo que la confesión era fundamental. Para lograr que un pobre cristiano confesara sus conductas infractoras se autorizó incluso la tortura. No por crueldad, sino como necesaria para saber la verdad y también para que ese impío se arrepintiera. Hoy se sabe de los tantos torturados, acusados falsamente, muertos en la hoguera, en fin, de los horrores que ocurrieron, y se advierte también que de nada sirvió: se siguen cometiendo los mismos hechos y peores.

Los sistemas jurídicos penales de los Estados que nacen con posterioridad en Europa y luego en Latinoamérica tuvieron como base este orden inquisitivo que, si bien se fue humanizando, siguió siendo un sistema perverso. Por ello, a comienzos del siglo XX eran pocos los Estados que lo mantenían. Nuestro país fue uno de ellos y la transformación sólo se produjo con la reforma procesal penal.

Sin embargo, la consolidación de esta reforma necesita de la aceptación cultural de ella y sus principios. Existe un problema: la cultura legal de nuestra sociedad parece seguir siendo inquisitiva. Se tiende a aceptar, sin que surja un fuerte debate social, prácticas reiteradas de utilización de medios inquisitivos para alcanzar objetivos de corto alcance en lo que se denomina la lucha contra la delincuencia.

Por ejemplo, el uso del secreto en la investigación, o de testigos sin rostro, o de otras propuestas que implican vulneración a los principios que estuvieron presentes al momento de reformar la justicia penal en Chile. ¿Será que es más fuerte la tentación? ¿Será que nadie tiene nada que decir? ¿Será que incluso alcanza a las escuelas de derecho locales la tentación y nada tienen que aportar al debate?

Por Arturo Zegarra Williamson, Defensor Regional de Tarapacá.

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