Sala de Prensa

06/04/2006

Traslado de vivires a funcionarios afectados por catástrofe.

Una intensa travesía de solidaridad por Atacama

desde Coquimbo, seis funcionarios llevaron alimentos y mucha agua. Durante un día recorrieron las zonas arrasadas por los aluviones.

Por Daniel San Martín D.,
Defensoría Regional de Coquimbo

Seis de la mañana y en la Copec de la salida norte de La Serena se aprecian varios vehículos cargados con ayuda para los compatriotas del norte que resultaron azotados por intensas lluvias y aluviones, que provocaron destrucción y una cifra todavía desconocida de fallecidos.

Entre medio, tres camionetas, una de ellas con el logo de la DPP, con seis funcionarios de la Defensoría Regional de Coquimbo que aún a oscuras emprenden hacia Copiapó un viaje que, sin pensarlo, se transformó en una agotadora pero satisfactoria travesía de solidaridad.

La tarde anterior, y coordinados con el Servicio de Bienestar de la Defensoría Nacional, el grupo se ha surtido de alimentos y principalmente agua, mucha agua, gracias a los aportes de la Defensoría Nacional (500 mil pesos) y de los funcionarios la Cuarta Región (200 mil pesos), todo lo cual permitió llevar 200 bidones (mil 200 litros de agua) y víveres de diverso tipo.

MAR DE LODO     
Pasadas las 11 horas la mini caravana arriba a la capital de Atacama. El panorama  impacta. Tras recorrer 340 kilómetros del desierto más árido del mundo, ahora hay un mar de lodo que colma las calles de la ciudad. Maquinaria pesada intenta dispersar el barro, mientras particulares con baldes y escobas hacen lo mismo desde el interior de sus negocios y casas.

En Chañarcillo 480, sede regional de la Defensoría en Copiapó, nuestros compañeros nos reciben muy entusiastas y tras los abrazos y saludos de rigor, encabezados por el Defensor Nacional, Andrés Mahnke, sobran manos para descargar los alimentos y distribuirlos.

Cuando se da por cumplida la meta surge lo inesperado: trasladar también suministros y sobre todo agua a los compañeros de Diego de Almagro. Luego de un picoteo improvisado de frutas, huevos duros, queques y sándwiches y de escuchar un discurso-arenga del Defensor Nacional, los seis funcionarios de Coquimbo emprenden viaje hacia una de las zonas más devastadas por este inusual temporal.     

DESOLACIÓN Y ESPERANZA     
En un tramo que habitualmente demora 10 minutos, la salida de Copiapó hacia Paipote tarda casi una hora y, a medida que la pequeña caravana se acerca a esa localidad, la tragedia incrementa su dimensión. Todos aprecian casas literalmente sumergidas bajo una piscina de barro y decenas de vehículos destruidos. y enterrados

Pero tras casi tres horas de conducción, el grupo se sobrecoge ante la verdadera realidad de esta inclemencia: Diego de Almagro es sinónimo de desolación y destrucción, pero también de esperanza.

Son escasas las viviendas donde no hay familias con sus cuerpos embarrados que, palas en mano, retiran lodo, escombros, muebles, ropa, colchones y electrodomésticos absolutamente inservibles. Abundan las maquinarias, los vehículos de emergencia, efectivos militares y equipos de rescate en busca de cadáveres.

Satisfechos, los compañeros de la Defensoría cumplen también allí con entregar apoyo, pero primordialmente comparten la desazón y a la vez dan aliento al defensor local Alejandro Villa y a su asistente, Joanna Mondaca, quienes lamentablemente perdieron prácticamente todo ante la inusual furia que el río Salado desató en su paso por este pueblo.

La noche recibe al grupo de regreso en Copiapó. Una parada breve y todos son advertidos de que hay que salir antes de las 22 horas, cuando comienza el toque de queda. Pronto dejan atrás el barro, el polvo, las mascarillas, los bulldozers, los camiones aljibes...

Arrecia el hambre, es cerca de medianoche y junto con cargar combustible, en Vallenar los funcionarios devoran un par de parrilladas “de almuerzo”. Luego de 22 horas ininterrumpidas de traslados, todos llegan a La Serena orgullosos por el agrado del deber cumplido, pero también con asombro y tristeza por apreciar in situ la magnitud de una catástrofe de tal magnitud.

Ahora viene la tarea más difícil: la reconstrucción. Y, por supuesto, si se requiere la Defensoría Regional de Coquimbo se cuadrará para apoyar el gran compromiso y fortaleza que demuestran los compañeros de Atacama.

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