Sala de Prensa

09/11/2015

Rafael Alvarado visitó la Sección Femenina del Centro de Cumplimiento Penitenciario (CCP) de Coyhaique

Asesor jurídico de la Defensoría Regional de Aysén dialogó con mujeres privadas de ibertad

El directivo recogió los requerimientos, necesidades y opiniones de las internas que cumplen condena en la única cárcel de la región que cuenta con sección femenina.

Por Valeska Olavarría G.,
Defensoría Regional de Aysén.

El encierro, el aburrimiento, la esperanza de optar a beneficios intrapenitenciarios, las escasas oportunidades de trabajo y desarrollo, extrañar a la familia y a los hijos son, entre otros, los temas más recurrentes en el diario vivir de las internas que pueblan la Sección Femenina del Centro de Cumplimiento Penitenciario (CCP) de Coyhaique.

Hasta ahí llegó el asesor jurídico de la Defensoría Regional de Aysén, Rafael Alvarado Börgel, con la misión de reunirse en un diálogo franco con las internas imputadas y condenadas de la única cárcel de la región que cuenta con un espacio destinado exclusivamente a las  mujeres privadas de libertad.

En opinión de Alvarado, las dificultades que ellas enfrentan normalmente se acentúan en el ámbito penitenciario, a pesar de los esfuerzos que pueda hacer Gendarmería de Chile. Si a eso se suma la noción de que las unidades penales en general no son una prioridad para la sociedad chilena, “vemos que la falta de recursos para instalaciones dignas y actividades efectivas de rehabilitación que afectan a todos los presos se acentúan aún más en el caso de las mujeres”, dijo.

ESCASO ESPACIO
Las deficientes condiciones estructurales y de espacio de la actual cárcel de Coyhaique también afectan a su sección femenina, que cuenta con un patio muy pequeño, que las internas casi no pueden usar. El espacio de la sección es reducido, como reducidas son también las actividades que pueden llevar a cabo, ya sea como pasatiempo o como forma de producir ingresos que aporten al sustento de sus familias.

El asesor jurídico recordó que muchas de estas mujeres privadas de libertad constituyen el único sustento económico de sus familias y que la mayoría tiene hijos pequeños, por lo que desean un nueva oportunidad para volver a la vida en libertad, trabajar y reinsertarse socialmente.

“Solas no pueden hacerlo. Necesitan el apoyo de las instituciones gubernamentales, de organizaciones sociales y de sus familias (…) Son personas que no han perdido su calidad de seres humanos y de mujeres, pero muchas veces ellas y sus situaciones de vida, mismas que las llevaron hasta el punto de verse envueltas en casos delictivos, se vuelven invisibles para la sociedad”, concluyó.

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