Sala de Prensa

05/08/2013

Columna de opinión:

Impresiones de la Patagonia

El siguiente artículo, escrito por el defensor local de Cochrane, fue publicado recientemente por El Diario de Aysén.

Alex Segura Astudillo es el nuevo defensor local de Cochrane, en la Región de Aysén.

Alex Segura Astudillo es el nuevo defensor local de Cochrane, en la Región de Aysén.

 

Siempre he pensado que mi familia tiene un gen que podríamos llamar “el gen Marco Polo”, el cual provocó que mi abuela fuera a estudiar fuera de Chile -tomando un largo viaje en barco hasta Estados Unidos en 1943-, o que en 1970 mi madre dejara todo en Talca por buscar mejores expectativas profesionales en Santiago, sin conocer a nadie en la capital.

Ese mismo gen fue el que me permitió tomar la decisión de dejar todo de lado para volver a la Defensoría Penal Pública, pero no en Puente Alto ni en San Bernardo, que habían sido mis anteriores destinos y que tan buenos recuerdos me habían dejado.

Ahora volvía como defensor…  pero a Cochrane, en la mismísima  Patagonia, la misma que tantas veces me había fascinado en los reportajes de “Al sur del mundo” o “La tierra en que vivimos”.

La semana previa a mi viaje aun corría por las calles de Santiago para llegar al Centro de Justicia a tomar audiencias o compartir un café con lo colegas, para luego volar a la Fiscalía del Banco o al estudio, sin sospechar lo que me esperaba.

El vuelo demoró cerca de dos horas y en dos horas todo cambió: al llegar a Balmaceda sientes que llegaste a otro planeta y solo puedes pensar “qué estoy haciendo acá” (sensación que muchos nortinos han compartido). Pero una vez que se inicia el viaje a Coyhaique, te das cuenta que la Patagonia, ese nombre lejano y agreste de las clases de historia y geografía del colegio, se vuelve sublime, te recibe con sus portentosos brazos abiertos, que adquieren la forma de ríos, montañas, bosques y pampas que ni Tolkien habría podido imaginar.

Estos paisajes unidos a su clima, que puede sorprenderte en una mañana nevada u ocultar fantasmas en su niebla, pueden ser insostenibles para algunos o un embrujo para otros. En mi caso ha sido un embrujo, que me ha sometido absolutamente.

La Patagonia te obliga a mirar dentro tuyo, a conectarte con tu esencia más absoluta, la esencia de un ser humano que al momento de llegar a Balmaceda se despoja de una carga que la ciudad había impuesto sobre él. Esa carga que condiciona tu felicidad al plan de negocios de una multitienda o un banco. Todo se vuelve superfluo, accidental y te das cuenta -algunas veces en minutos o en días-, que has perdido mucho tiempo en tu vida en cosas inútiles.

Antes de venir a estos pagos, mi buen amigo Gustavo me prestó el libro “Manual de Carreño de la Patagonia”, en el que pude conocer expresiones como “el que se apura pierde el tiempo en la Patagonia”, “mi chico", "mi chica” o “Che”, expresiones que en menos de dos semanas he escuchado varias veces. Debo reconocer que escuchar un “Hola, mi chico” de los labios de una hermosa “patagona” es muy agradable.

El aire es tan puro que los primeros días te sientes mareado, pues tu cuerpo se está adaptando a esta pureza que se ve reforzada por el frío, la claridad del cielo o lo portentoso de sus nubes.

En menos de una semana conocí Puerto Aysén, Puerto Ibañez, Coyhaique, Crochane y Chile Chico. En cada viaje parecía turista japonés sacándole fotos a todo, pues realmente los paisajes son incomprensibles en un comienzo y luego te das cuenta que lo que estas viendo es real. En mi caso, la visión del lago General Carrera fue sublime y casi surrealista.

Las personas son buenas, atentas y siempre dispuestas a ayudar, tal como me lo había adelantado Claudio, otro de mis amigos enamorado de la Patagonia, con un acento “cantadito” que se contagia rápido. El mate es un fenómeno aparte. Más que una bebida caliente es un asunto netamente social, con ritualidades estrictas, normas de etiqueta y significados diversos. No creo que la “ceremonia del té” de los japoneses tenga tantas reglas y significados como un mate en la Patagonia.

En su embrujo, la Patagoniate hace sentir una gran pertenencia respecto de ella y en un minuto te das cuenta que has dejado amigos, familia, lugares y actividades que eran importantes para ti, pero en tu corazón sientes que no quieres volver a Santiago por ningún motivo.

Por Alex Segura Astudillo,
Defensor Local de Cochrane.

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