27/08/2018
Columna de opinión
Delincuencia y reinserción social
El siguiente artículo, escrito por Luciano Cisternas, asesor jurídico de la Defensoría Regional de Antofagasta, fue publicado en el diario El Mercurio de esa ciudad.
Por Luciano Cisternas, asesor jurídico
Defensoría Regional de Antofagasta.
Detrás de cada delito existe una historia que, si bien no lo justifica, sí permite conocer y comprender el problema social que subyace al mismo. Podrá tener un origen premeditado o tal vez azaroso, pero siempre es una tragedia que afecta a los involucrados y a la sociedad.
El cine y la literatura, especialmente, se han encargado de retratar la humanidad y complejidad del hecho delictivo: “Volante o maleta”, debió decidir Ulises al ser asaltado en la película “Taxi para tres”; o la conmovedora confesión “yo nunca tuve enseñanza de naiden”, de Jorge del Carmen Valenzuela Torres, que se recrea en “El Chacal de Nahueltoro”, por dar dos ejemplos.
Es importante enfatizar lo anterior, no olvidar jamás que, luego de la conmoción o impacto mediático de un hecho delictual, corresponde al Estado no sólo juzgar al imputado, sino también hacerse cargo responsablemente del problema social que subyace a la delincuencia.
En este contexto, durante los últimos años se ha fortalecido un discurso tan antiguo como errado: privación de libertad para el que delinque. Que haya cárcel durante la investigación y que la condena sea la más severa se le exige continuamente al sistema judicial. Si no hay cárcel, “no vale”, no hay justicia, hay “puerta giratoria”, cualquiera sea la realidad que anteceda al delito, cualquiera sea la posibilidad de reinserción que tenga quien delinquió.
Obviando la delirante idea de trabajos forzados en una isla, la sociedad sigue entendiendo el encierro como la solución para reducir la delincuencia: el encierro en recintos penitenciarios que propician el contacto criminógeno; el encierro lejos del entorno familiar y social; el encierro en condiciones verdaderamente adversas, porque dicho lugar “no es un hotel”.
Pero, ¿qué buscan las autoridades con este sistema? ¿Se persiguen sólo fines retributivos en la ejecución de la pena? ¿Que quien delinque, incluso por primera vez, escarmiente y sufra algo más que una privación de libertad? ¿Estigmatizar al condenado? Y si con seriedad asumimos que la respuesta es afirmativa, ¿qué esperamos como sociedad cuando recupere su libertad?
Cuando la respuesta al fenómeno delictivo es el endurecimiento de las condenas y más privación de libertad, no se repara suficientemente en la ineficacia que demuestra actualmente la cárcel para los fines de reinserción social. Este diagnóstico se torna más complejo en aquellos casos en que se aplica cárcel efectiva por un espacio de tiempo reducido, que dificulta y hace más ilusoria aún la reinserción del condenado.
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