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10/10/2019
Columna de Opinión:
Chew ñi inkagepeyum pu mapuche (Defensoría Penal Mapuche)
El siguiente artículo fue escrito por la facilitadora intercultural Tatiana Alegría Salas y publicado por el diario El Informador ‘Wülzugufe’ de Nueva Imperial el miércoles 9 de octubre de 2019.
Por Tatiana Alegría Salas,
facilitadora intercultural de la
Defensoría Penal Mapuche de La Araucanía.
A fines de 2000 dio inicio la aplicación de la reforma procesal penal en dos regiones denominadas “piloto”, Coquimbo en el norte y La Araucanía en el sur. Precisamente en cuanto a nuestra región, en un primer momento no se consideró la particularidad de la alta presencia de comunidades mapuche que serían afectadas por esta nueva forma de hacer justicia en materia penal.
A los pocos meses de instalados los juzgados de garantía en la región, y específicamente en la ciudad de Victoria, fueron detenidos connotados dirigentes de organizaciones mapuche, por movilizaciones desplegadas en el marco de sus reivindicaciones. Desde aquellas primeras audiencias quedó de manifiesto para las autoridades de la Defensoría Penal Pública que no se podría asumir la representación de los imputados sin considerar su pertenencia a un pueblo originario, la cosmovisión mapuche y el uso de la lengua materna en juicio.
En ese contexto, el 24 de agosto de 2001 se inauguró la primera oficina de la Defensoría Penal Mapuche en Temuco, en una rogativa oficiada por una Machi, con la presencia de la ministra de Mideplan y los más importantes dirigentes mapuche de la época.
El trabajo de la Defensoría Mapuche comenzó con cinco funcionarios: dos abogados y dos asistentes administrativas, todos con experiencia en trabajo con comunidades, a los que se sumó un facilitador intercultural bilingüe, interlocutor que por primera vez se incorporó al trabajo de un actor relevante en la administración de justicia.
El 2003 en Angol tuvo lugar el denominado “Juicio de los lonkos”, donde la Defensoría Mapuche, a través de las abogadas Sandra Jelves y Miriam Reyes, tuvo un rol fundamental. Dicha causa fue llevada a instancias internacionales y las sentencias que ahí se dictaron hoy son materia de estudio en las facultades de derecho tanto de Chile como del extranjero.
Como hito judicial, fue el primero de los juicios de connotación pública en el denominado “conflicto mapuche” y en el marco de la reforma procesal penal e inspiró la forma de trabajo y litigación que hoy es un sello particular de este interviniente. En los años posteriores, sucesivos juicios contra mapuches por conductas terroristas tuvieron a la Defensoría Mapuche en la primera línea, así como acciones desplegadas en defensa de la infancia mapuche, profundamente afectada por los allanamientos policiales en las comunidades.
La labor de defensa especializada indígena se ha ido ampliando a otras regiones del país, a veces como oficinas especializadas y otras veces en las unidades de trabajo ya existentes en las defensorías locales con mayor número de usuarios de pueblos originarios, a través de la incorporación de facilitadores interculturales y con la capacitación a abogados defensores de esas localidades. En 2003 se inició en Pozo Almonte, en 2005 en Cañete y desde 2011 en Calama, Arica, Isla de Pascua y Panguipulli.
En La Araucanía se ha ampliado la cobertura de la asistencia penal con la instalación de oficinas de esta defensoría especializada en Collipulli y Nueva Imperial en 2015 y en Villarrica en 2017.
Desde los inicios ha estado entre los objetivos de la Defensoría Penal Pública la capacitación permanente de los funcionarios en materia tanto de legislación como de cosmovisión indígena, con el fin de que se entregue un servicio de calidad y calidez, tanto en el aspecto humano como en el técnico.
Hoy día, cuando ya han transcurrido 18 años de defensa especializada, se debe reflexionar sobre la labor realizada, buscar cómo repetir lo positivo y mejorar las probables deficiencias y recordar las lecciones de compromiso de las personas con las que trabajamos en esos primeros años. En ello merece ser recordado el legado de María del Rosario Salamanca Huenchullan (Q.E.P.D.), a quien un ‘kutran’ (enfermedad) nos arrebató prematuramente.
De toda la experiencia acumulada queda la lección de que, antes que meras estadísticas, los destinatarios de nuestra labor son personas que muchas veces se enfrentan a un sistema que les es ajeno, distante y difícil de entender, por lo que el trabajo debe hacerse con calidez, calidad y compromiso.
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