Sala de Prensa

07/10/2013

Las causas penales de los participantes fueron cerradas y las sentencias ejecutoriadas

Tribunales celebran tres ceremonias de egreso por tratamiento de drogas

Después de doce meses de tratamiento y mucha perseverancia, Ángela, Miguel y Juan aseguran que dejaron un mundo de drogas y alcohol para reiniciar la ruta que un día extraviaron.

Por Paola Sais Dünner,
Defensoría Regional Metropolitana Sur.

Juan Ángulo escucha a la jueza del 14° Tribunal de Garantía de Santiago, Claudia Burgos, y la sonrisa no le cabe en la cara. La emoción y el orgullo apenas lo dejan hablar, mientras que desde las tribunas su esposa Fernanda y su hijo Giorgio, de cinco años, lo escuchan atentos.

Dueño de un local de completos en Malloco, Juan casi lo perdió todo por su afición a la cocaína, la que comenzó a  consumir desde muy joven. “Cuando recién inicié mi tratamiento no tenía ninguna fe en sanarme, pero al ver a mis compañeros que me daban apoyo y que iban mejorando, sentí que yo también era capaz de salir de ese infierno que son las drogas”, dice.

Tras recibir su diploma, Juan Angulo besó a su hijo, mientras que su mujer, muy emocionada, sólo repetía que “gracias al Cosam y a sus terapias él fue cambiando y hoy tengo un marido presente y un padre que acompaña a sus hijos”.

VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
Dos días antes, en el 10° Tribunal de Garantía de Santiago, la jueza Marisa Vásquez cerró las causas pendientes de Miguel Ángel González y Magdalena Acuña, ambas por amenazas en contexto de violencia intrafamiliar.

Miguel Ángel ingresó por voluntad propia y más tarde ingresó al Tribunal de Tratamiento de Drogas (TTD), en octubre de 2012. Hoy sólo piensa en dar la PSU y alcanzar el puntaje necesario para estudiar una carreta técnica del área de la construcción, y “si todo sale bien terminar con construcción civil”, reflexiona.

Al darle el egreso, la jueza recordó las palabras que en sesiones anteriores le dijera el representante de la Defensoría Penal Pública, abogado Gustavo Mascayano: “Hay que mirar a los ojos y entregarse al tratamiento”, recordó Marisa Vásquez y celebró “la buena noticia, que debería salir en la prensa”.

Ese día también le tocó el turno a Magdalena Acuña, una joven de 33 años con un hijo, quien al momento de iniciar el tratamiento trabajaba en una empresa de serigrafía y hoy lo hace en una pizzería familiar.

Magdalena tiene cortada la relación con su madre y también tiene mucho miedo de enfrentar al mundo sin el apoyo del Cosam. “Nunca antes había hecho un tratamiento de ningún tipo. Agradezco a mis hermanas, porque me denunciaron y me obligaron a estar aquí. Soy buena madre y hermana. Soy una mujer empeñosa", aseguró.

Agregó que mientras estuvo en terapia comprendió que el problema no es el consumo de drogas, “sino el no saber resolver las cosas de otra forma. Porque uno consume y el problema siempre sigue ahí”.

Hoy Magdalena se va y vuelve en bicicleta, desde su trabajo en calle República hasta su casa en la población La Victoria y advierte que se leas arreglará para estar siempre cerca del centro, “para conversar con alguien y sentirme apoyada aunque sea una vez cada tres meses”.

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