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03/07/2014
Columna de opinión
Oportunidades para los jóvenes para construir una sociedad justa y en paz
El siguiente artículo fue publicado por El Diario de Aysén el jueves 03 de julio de 2014.
Por Fernando Acuña Gutiérrez
Defensor Regional de Aysén
Con los resultados del Mundial de Fútbol haciendo eco en nuestros oídos, comparto una reflexión sobre lo demostrado por los jóvenes integrantes de nuestra selección.
Que duda cabe, perdimos, pero también nos sentimos ganadores, estamos claros que nos representaron, con fuerza, arrojo y decisión lucharon pensando en la victoria. Nuestro país, fue proyectado como una nación de luchadores, sin miedo, más que una simple constelación de estrellas una fuerza que motivó y ha motivado a generaciones de hombres libres.
Sin embargo, no es menos cierto que la mayoría de ellos provienen de comunas y sectores vulnerables de nuestro país, algunos incluso de sectores catalogados como “peligrosos”, y que en el deporte encontraron una forma de sobrepasar su dura realidad y transitar un camino que los alejó de la miseria y la delincuencia.
Gary Medel comentó años atrás en una entrevista: “Aprendí a no perder en mi barrio porque allí, al que perdía lo mataban (…) Si no hubiera sido futbolista habría sido narcotraficante". Esta declaración fuerte y esclarecedora refleja la realidad de los adolescentes que viven en condiciones de riesgo.
Lamentablemente, a través de los años, y gobiernos, el crecimiento de las ciudades, perdió el foco en la inclusión. Nuestro país forma guettos donde quedan aisladas las familias con menos recursos socio-económicos. Estos sectores, generalmente alejados del centro geográfico y de servicios de cada urbe, resienten la lejanía física y también socio-cultural que los aparta de sus comunidades y de los centros de decisión. Ello, sumado a, por ejemplo, el consumo problemático o excesivo de alcohol y sustancias prohibidas, desintegración de las unidades familiares, baja escolarización, mínimas posibilidades de movilidad social y de acceso a la salud, discriminación en todas sus formas, son caldo de cultivo para que nuestros niños y adolescentes pierdan el rumbo, y se transforman en clase dominante e insensible, o desarrollen conductas delictivas, visibilizando esta última como la salida de la miseria, o con encontrar un sentido de pertenencia y aceptación al insertarse en grupos de adolescentes que comparten el sentimiento de desamparo y de postergación.
No todos los jóvenes que viven en estas circunstancias ceden a la presión. Muchos de ellos, con una capacidad rescilente que asombra, superan los obstáculos y se convierten en ejemplos para sus pares y comunidades. Pero son excepcionales y su proporción no hace sino reforzar la tremenda desigualdad en que vivimos.
Según nuestras estadísticas, nuestra región, durante el año pasado presentó un universo de 295 adolescentes imputados, lo que representa un 10,44% del ingreso general de imputados.
De los adolescentes atendidos, el 78,98% tenían entre 16 y 17 años; mientras que el 21% tenían entre 14 y 15 años. Estos números nos develan una realidad muy dura, esto es que región de Aysén tiene una cantidad de adolescentes en conflicto con la justicia muy superior a la media nacional, que alcanza sólo a un siete por ciento.
La mayoría de los adolescentes imputados, 68%, ingresaron en la Defensoría Local de Coyhaique; el 20% lo hizo en Puerto Aysén, el 4% en Cochrane, el 3,7% en Puerto Cisnes y en Chile Chico se repite esta última cifra.
Luego, en Coyhaique, pero también en Puerto Aysén, se concentra la casi totalidad de adolescentes en conflicto con la justicia. Ese conflicto, revela una problemática social modelos educacionales y familiares que de no ser intervenidas, producen y concentran vulneración de derechos e infraccionalidad e inseguridad pública
Es habitual encontrar que en algunos estratos se ha normalizado normalizado el conflicto social. En otras, se vive con el dolor y la desesperación de no saber qué hacer para ayudar a sus hijos, sobrinos y nietos.
El abordar este problema, es una tarea de Estado, como sociedad debemos ser capaces de organizarnos, involucrarnos en las soluciones para abrir espacios de inclusión y respeto, de entregar herramientas y posibilidades a nuestros niños – sin importar su condición socio económica - para soñar con un futuro mejor, lejos de la pobreza y la falta de oportunidades, a través de caminos nobles como el deporte, el arte, la ciencia y tantas otras sanas alternativas. Pero ello no ocurrirá por el solo hecho de desearlo, sino que requiere de compromiso, trabajo y visión de futuro que como la selección no sea una constelación de estrellas sino de ciudadanos y servidores públicos.
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