Sala de Prensa

09/07/2015

Columna de opinión:

Amor a la patria

El siguiente artículo fue escrito por el Defensor Regional de Aysén, Fernando Acuña.

Por Fernando Acuña Gutiérrez,
Defensor Regional de Aysén.

Entre el 9 y 10 de julio de 1882, 81 chilenos (setenta y siete soldados, tres mujeres y un bebé) perdieron la vida.

Estas personas, que  pertenecían a los batallones olvidados, perecieron defendiendo su bandera ante un enemigo superior en armas y número. Todo ello, mientras en Chile central se creía ganada la guerra. Entre tanto, ellos permanecieron en la sierra peruana, enredados lejos del hogar, en minoría, abandonados, muchos de ellos enfermos, en el cuarto año de una guerra sin fin.

La rendición nunca fue una posibilidad. La batalla fue feroz y terrible, resistieron oleadas sucesivas durante un día y una noche, lucharon hasta abrazar la muerte uno a uno, esperando una ayuda prometida que jamás llegó. La respuesta chilena también fue atroz, el pueblo entero fue arrasado y la población pasada por las armas.

Unos y otros luchaban por defender su territorio y los intereses de su país, sin embargo, las heridas de esa guerra subsisten hasta nuestros días. ¿Cómo esta historia encuentra sentido hoy y pasa a ser más que una efeméride?

Los patagones en realidad tenemos mucho en común con aquellos infantes de bronce, muchas veces postergados, víctimas de la centralización. Luchamos porfiadamente contra la naturaleza, la burocracia y los privilegios. Titulares de los grandes medios de comunicación sólo para desastres y calamidades.

Pero tenemos la fuerza, el tesón y la identificación con nuestro suelo, el amor a nuestra patria y a nuestro modo de vida. Aunque algunos no lo vean, somos custodios de las riquezas de la nación: las reservas de agua dulce más grandes del planeta, bosques encantados y prodigiosos, tierra virgen y fiordos únicos, llenos de vida.

Los habitantes de la Trapananda, y muy especialmente sus servidores públicos,  tenemos la misión y obligación de agotar los medios y hacer que esta tierra soberana sea ocupada y sus recursos, protegidos y cuidados para nuestros hijos y compatriotas.

Parte fundamental de la tarea es hacer llegar los servicios del Estado, la salud, la educación y la justicia a todos los confines de la región. En el caso de la Defensoría Penal Pública, hacer valer los derechos y garantías de todas las personas hasta en el último rincón de la Patagonia es una forma de colaborar y dar sentido a ese juramento, que públicamente pronunciaran nuestros soldados.

Así honraremos a quienes, hace un tiempo atrás, sirvieron a Chile rindiendo la vida en el pueblo de La Concepción.

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