Sala de Prensa

28/08/2015

Columna de opinión: publicada por El Diario de Aysén

El joven Bernardo

El siguiente artículo, publicado por el Diario de Aysén, fue escrito por Fernando Acuña Gutiérrez, Defensor Regional de esa zona del país.

Un 20 de agosto de 1778 Bernardo nació en Chillán, con la frente marcada bajo el signo de la discriminación.

Hijo de filiación no matrimonial, producto de una relación que hoy podría calificarse como estupro entre el irlandés y gobernador Ambrosio O’Higgins -de 60 años de edad- y la criolla Isabel Riquelme Meza, de 14 años.

Desde los primeros momentos fue señalado como un hijo natural, recibiendo el tratamiento despectivo de “huacho”. Su formación inicial en el colegio de naturales de Chillán le hizo compartir con otros niños de su condición y con hijos de indios.

Para mantener en secreto su existencia y no obstruir la carrera de su padre, fue sacado en secreto al Perú y luego a Inglaterra, donde estudió con la sola condición de no mencionar siquiera su origen. Al sospecharse en Perú su filiación, su padre suspendió inmediatamente su asignación.

Por cierto, jamás le reconoció. Ni siquiera se comunicó personalmente ni contestó una carta, sino que le mandaba recados con terceros. Sólo le mencionó públicamente otorgándole una asignación menor, en relación a su fortuna y a otros herederos, en su testamento.

Con ese origen y contexto social no se podía esperar nada bueno de Bernardo. Sin embargo, a pura potencia, se transformó en un político y militar de excepción, líder natural, valiente, artífice de la libertad e independencia nacional, forjador de nuestras instituciones. Para surgir hizo pie fuerte en su familia, el amor a su patria y los ideales adquiridos en el taller de la logia operativa Lautarina.

Al ser cuestionado, teniendo todo el poder en sus manos, abrió su pecho a sus enemigos, se retiró y falleció exiliado en la pobreza y el olvido. Tal fue la situación de abandono a la que llegó, que su tumba peruana debió financiarse con una colecta, pues no tenía un peso con qué pagarla.

Más allá de toda controversia, se trata de un personaje notable y el arquitecto de nuestra nación.

No deja de llamar la atención que, incluso hoy, el niño Bernardo habría sido discriminado al ser hijo de extranjero, colorín, bajo de estatura y proveniente de familia no convencional. Dudo que habría sido recibido en alguno de los colegios prestigiados de este país, especialmente aquellos católicos; probablemente tampoco habría podido ingresar a la Escuela Militar y difícilmente hubiera llegado al parlamento.

En las calles y poblaciones de nuestra patria deambulan miles de Bernardos. En vez de condenarlos al olvido, tenemos el deber y la obligación de hacerles un espacio en nuestra sociedad y compartir nuestras oportunidades. No se trata de actos caritativos, sino de aprovechar la verdadera riqueza de la nación: su gente.

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