Sala de Prensa

08/02/2022

En la región de Aysén

Preocupa el hacinamiento en la sección femenina de la cárcel de Coyhaique

A la falta de actividades de formación y reinserción social se suma el alto número de mujeres condenadas, quienes viven hacinadas en un espacio reducido. La Defensoría Regional busca la apertura de una segunda sección que permita descomprimir la actual.

Por Valeska Olavarría Gallardo,
periodista Defensoría Regional de Aysén.

De los cinco centros de cumplimiento penitenciario de la región de Aysén, la sección femenina de la cárcel de Coyhaique es la única área habilitada para recibir a personas de género femenino.

A propósito de lo mismo, a las 10 de la mañana del último jueves de enero pasado ingresó a esta sección un equipo de la Defensoría Regional de Aysén integrado por el jefe de la Unidad de Estudios, Cristian Cajas, y las trabajadoras sociales Orietta Rodríguez, Camila Mardones y Katia Muñoz (las dos últimas integrantes del programa de defensa penitenciaria).

Su objetivo era constatar el estado de las once mujeres condenadas y en prisión preventiva, atender sus requerimientos y consultas y, en esta oportunidad en particular, entregar aportes reunidos por privados, consistentes en artículos para realizar artesanías y otros.

“Sabemos que el asistencialismo no es el camino, pero existe una necesidad real y urgente de estas mujeres de ocupar positivamente su tiempo, que transcurre día tras día en el encierro y sin posibilidades efectivas de trabajar o acceder a cursos de capacitación y otros que permitan su reinserción social. Por eso, un grupo de personas, de manera privada, reunieron aportes para apoyarlas”, comentó Orietta Rodríguez.

ROMPER LA MONOTONÍA
Tanto la visita como los artículos fueron recibidos con entusiasmo por las internas, quienes valoran cualquier situación que rompa la monotonía de su encierro y aislamiento, realidades que se han intensificado durante la pandemia de Covid-19.

Para evitar contagios y brotes, las visitas en la cárcel de Coyhaique se restringieron de manera drástica, lo mismo que la forma de interacción entre los internos e internas y sus visitantes. “Hoy las visitas están muy reguladas en su forma y distanciamiento social, lo que se entiende como una medida para evitar brotes de contagio, pero ello impacta negativamente en las personas privadas de libertad, en especial en las mujeres que siempre reciben menos visitas, que tienen hijos e hijas en el exterior y que sienten con mayor fuerza el alejamiento de sus seres queridos”, explicó Rodríguez.

La trabajadora social aclaró, además, que actualmente nueve de las once mujeres privadas de libertad en ese recinto son de la comuna de Coyhaique, mientras que las dos restantes son de Puerto Aysén, por lo cual, "para éstas últimas, las visitas son doblemente difíciles de concretar”. Cabe señalar que en la cárcel de Puerto Aysén existió una sección femenina que funcionó entre 1995 y 2006.

Para Camila Mardones, la situación de estas mujeres es muy compleja y se extiende a diversos ámbitos. “Durante nuestra visita, las internas nos comentaron la situación discriminatoria que enfrentan día a día respecto de los hombres que cumplen condena, quienes tienen mayor acceso a actividades recreativas y de esparcimiento, como también mayores oportunidades de realizar actividades y trabajos que les permiten obtener algún incentivo económico”, señaló.

UN NUEVO ESPACIO PARA ELLAS
En este tema no es un secreto que la Defensoría Regional de Aysén ha buscado por diversos caminos que Gendarmería habilite y ponga en uso una segunda sección femenina, que permita descomprimir la única que hoy existe en la región y que ofrezca alternativas reales de reinserción social y capacitación a las internas. Hasta hoy, sin embargo, ese objetivo no ha podido ser concretado, de modo que la misma sección sigue recibiendo a mujeres condenadas e imputadas, en el mismo espacio físico.

Según la trabajadora social Katia Muñoz, existe una segunda sección femenina en el Centro de Estudios y Trabajo (CET) de Valle Verde, pero allí no se reciben mujeres desde 2018. “En rigor, sí existe un segundo espacio en nuestra región que podría recibir mujeres privadas de libertad, pero en la práctica esto no se cumple, ya que a pesar de que hemos intentado que el CET de Valle Verde reciba a internas que tienen buena conducta y motivación para superarse, su ingreso les ha sido negado. Actualmente en el CET sólo hay varones”, sostuvo.

En este sentido, Orietta Rodríguez señaló que “nos preocupa que hoy hay diez internas condenadas que están hacinadas en una celda-dormitorio. Los espacios comunes también se ven sobrepoblados con la cantidad de mujeres que privadas de libertad (…) Recordemos que la sanción a la que estas mujeres fueron condenadas fue a una privación de libertad, pero no a la pérdida de su dignidad o a la oportunidad de superarse y reinsertarse en la sociedad”.

Para la trabajadora social esta situación se vuelve cada vez más compleja, y aunque aclaró que se comprenden las dificultades que puede experimentar un servicio como Gendarmería, que probablemente no cuenta con suficientes recursos para la enorme tarea que debe cumplir, con personal que enfrenta situaciones de alto estrés y hasta peligrosidad, “este costo no puede ser asumido por la población penal, en este caso por las mujeres (…) Lo que ocurre con las personas privadas de libertad, tarde o temprano, repercutirá en nuestra sociedad”, dijo.

“Estas personas, salvo contadas excepciones, volverán a vivir en el medio libre y lo harán como han aprendido a vivir o sobrevivir en la cárcel. ¿Cómo queremos que salgan? Esa es la pregunta que debe motivar nuestro actuar, para que efectivamente se les entreguen herramientas de superación, lo que parte con tener en un espacio segregado y digno”, concluyó Orietta Rodríguez.

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