Sala de Prensa

27/10/2022

Fundación Sirona, el secreto mejor guardado de la Defensoría Regional de La Araucanía

Mujeres que transforman y ayudan a mujeres privadas de libertad

Josefa Molina, directora de la entidad, contó cómo, en plena pandemia, fueron contactadas por la encargada de la Unidad de Apoyo a la Gestión de Defensa (UAGD), Paola Troncoso, para juntar energías y acciones a favor de las mujeres privadas de libertad en el único penal femenino de la región, pues lo que más necesitan es sentirse queridas y apoyadas en su encierro, y también atendidas en sus necesidades básicas de salud física y mental. Y en eso, las 81 mujeres y funcionarias públicas del área de la salud que dan vida a Sirona parecen ser -por lejos- la mejor opción.

Por Paola Sais Dünner,
periodista Defensoría Nacional.

Es temprano y hace frío, pero esto no hace mella en la energía que demuestra la fonoaudióloga Josefa Molina al recibirnos en el centro de rehabilitación de Padre Las Casas, donde nos juntamos para que nos hable de una fundación con nombre de diosa celta -Sirona-, que cuenta con 81 socias cuya misión es mejorar la salud de las mujeres, para que ellas puedan mejorar la salud de sus familias, de la comunidad y de la sociedad.

Todas son funcionarias públicas del área de la salud y juntas, en la región de La Araucanía, han abierto puertas en espacios cerrados donde mujeres solitarias y vulnerables necesitan sentirse queridas y apoyadas.

Una de esas puertas fue la de esta Defensoría Regional para, a través de ella, cruzar la del Centro Penitenciario Femenino (CPF) de Temuco, donde muchas mujeres privadas de libertad, algunas con hijos, otras ancianas y en sillas de rueda reciben, al menos una vez al mes, la visita de estas chicas energéticas.

Ellas llegan hasta el recinto con distintas acciones, que van desde operativos ginecológicos o de limpieza de oídos hasta la realización de talleres corporales, que son los que realmente les ayudan en su salud mental, a olvidar los problemas y sentir que son mujeres con derecho a sentirse vivas, iguales a todas las demás y con la gratitud de saber que afuera de esos muros hay otras personas que las apoyan y que se preocupan por su bienestar.

Antes de dejarnos, Josefa no pide un espacio destacado para invitar a otras mujeres a sumarse como socias a esta iniciativa, lo mismo que a todos quienes quieran ser benefactores de este proyecto. "Tenemos una página web (www.fundaciónsirona.cl), tenemos un correo (contacto@fundacionsirona.cl) y si alguien quisiera acercarse, ya sea como voluntario, como socia o como benefactor -ahí da lo mismo el género-, que puedan aportarnos económicamente o con los recursos que tengan disponibles, una vez o constantemente, para que podamos canalizar más acciones. Bienvenidos benefactores", dice.

BRECHA DE GÉNERO
-¿Cómo surge esta fundación?
-Partimos en 2018 y éramos ocho mujeres. Todas funcionarias públicas del área de la salud. Todas muy motivadas con sus trabajos. Sin embargo, sentíamos que había una brecha de género en esta área, donde la mujer seguía sufriendo violencia de diferentes ejes.
Por ejemplo, que sean cuidadoras y no sean remuneradas y eso merme en su salud, o que un tratamiento contra la infertilidad cueste tanto y se cuestione que ella no quiera ser madre. O casos de mujeres cuidadoras de sus parejas enfermas, habiendo sido víctimas de violencia por parte de ellos toda su vida. Muchas cosas que nos dejaban una frustración constante de que el sistema no era suficiente.
Ahí surge esta idea de hacer una fundación sin fines de lucro y sólo nos faltaba buscar el nombre. Le pagamos a una socióloga para que nos ayudara a aterrizar nuestra misión y visión, y a dar con un nombre que representara todo lo que queríamos hacer. Tras muchas lluvias de ideas nos quedamos con Sirona, una diosa celta que está en línea con la luna y que, por tanto, controla las aguas y la salud de la población.
Cuando entendimos lo que queríamos ser, comprendimos que queríamos ser una fundación que mejorara la salud de la mujer para que ella, a su vez, pueda mejorar la salud de su familia y, por tanto, de su comunidad y de la sociedad. Y de ahí nuestro eslogan: "Ser mujeres que transforman".

-¿A qué grupos llegaron?
-En un comienzo nos dimos cuenta de que sólo teníamos acceso a gente de nuestro entorno, de una misma elite que, aunque también tuviera problemas, no era nuestro segmento. Queríamos llegar a mujeres verdaderamente vulneradas. Nos costó, pero lo logramos. Llegamos a un campamento de La Araucanía y lo apadrinamos. Después llegamos al centro ‘Mejor Niñez’, que es ex Sename y también lo apadrinamos y comenzamos a trabajar con esas niñas. Y luego llegamos al Centro Penitenciario Femenino de Temuco y comenzamos a trabajar con ellas.
Durante toda la pandemia estuvimos haciendo talleres on line a las casas de acogida de Sernameg, y así, de a poco, salimos de la elite y estas mujeres con alta escolaridad pudieron ayudar a las con menos.

MUJERES, MATERNIDAD Y CRIANZA
-Tienen tres ejes temáticos… ¿Cómo los definieron?
-Había que acotar, porque no podíamos abarcarlo todo, y así nos enfocamos en la maternidad, en la crianza, entendiendo que la mujer está a cargo de la maternidad en esta sociedad y que sufre toda la desigualdad en las tareas de cuidado y eso es injusto. Entonces, iniciamos acciones para facilitarle esa tarea a las mujeres. Por ejemplo, entregando herramientas de crianza respetuosa, para estimular a sus niños. Generamos grupos de apoyo, talleres. Generar comunidad para poder criar.
Después está el eje de la violencia de género, que apunta a generar conciencia, apoyar a mujeres de casas de acogida que han sido víctimas de violencia intrafamiliar, entendiendo la violencia no sólo desde la sociedad, sino también entre las mismas socias, para no hacer una revictimización. Si nos llega una situación de abuso, evitar revictimizar a esa persona. Porque uno puede tener muy buenas intenciones, pero si una víctima vuelve a repetir lo que pasó la revictimizamos, en vez de canalizar ese testimonio con la persona que tiene que oírlo.
Y luego está el eje del bienestar de la mujer, que es donde entran todas las atenciones de salud, pero entendiéndolas como algo integral. En el CPF hemos hecho operativos ginecológicos, de lavado de oídos y vamos a hacer talleres de autocuidado, de baile, de canto, de todas las expresiones que les ayuden a soltarse, a abrirse a la comunidad.

-¿Todas estas actividades las hacen las socias de Sirona?
-Sí. Ahora somos 81 mujeres de todas las profesiones: médicas, sicólogas, fonoaudiólogas, ingenieras, arquitectas, comunicadoras audiovisuales. De todo, porque los ejes son súper amplios y esa diversidad nos permite generar otro tipo de iniciativas. En un futuro nos gustaría entregar herramientas económicas, formulación de proyectos, porque eso impacta en la salud mental. Estamos en Temuco, en Traiguén y ahora en Villarrica, donde nos ganamos un proyecto.

MATCH INMEDIATO CON LA DEFENSORÍA
-¿En qué momento se encontraron con la Defensoría Regional de La Araucanía?
-Un estudiante en práctica que trabajaba con la encargada de la Unidad de Apoyo a la Gestión de Defensa (UAGD), Paola Troncoso, nos pidió una reunión en plena pandemia. Nos juntamos con ellos por Zoom y fue un match inmediato de generación de ideas. Fue maravilloso y ellos no han facilitado todo. Paola ha entendido a la fundación y le ha dado el valor que tiene, dándonos un lugar súper valioso donde canalizar todas las acciones que ellos querían llevar adelante. Para nosotras es algo muy novedoso. No habíamos trabajado antes con población penal.
Las mujeres privadas de libertad han recibido nuestras acciones con mucha generosidad. Poder contar con un taller de canto o de baile les da ese espacio de liberación que ayuda a su salud mental. De sentir que afuera hay gente que también se preocupa por ti, y no sentir que las ven como una lacra para la sociedad, sino que estás ahí porque también tuviste una historia.
Generalmente, después de un taller con ellas nos juntamos las socias que participamos y conversamos, concluyendo que lo que sientes es una falta de amor. Ellas son exactamente igual a nosotras, pero les faltó afecto. Se ha generado un vínculo. Al principio hubo reticencia hacia nosotras, pero con el tiempo nos conocemos los nombres, hemos bailado, cantado y compartido.

-¿Y cómo ha sido la relación con Gendarmería?
-Cuando hemos realizado operativos de salud, revisamos a las reclusas y también a las gendarmes. Todas por igual y eso ha generado una gratitud por ir y hacer algo por ellas, porque al final las mujeres de Gendarmería son víctimas de la violencia con la que tienen que lidiar cada día, porque esas mujeres tampoco tienen una buena salud mental. También es importante que desde Gendarmería les mantengan el acceso al patio abierto, que puedan tomar luz. La higiene, que les entreguen fármacos prescritos por un médico y no se entreguen a libre demanda, que el venusterio no parezca bodega. Y muy importante, que cuenten con una sicóloga de planta, porque lo que más piden es salud mental.
Nosotras vamos una vez al mes y hacemos talleres de salud mental, pero ellas necesitan sicoterapias individuales. De hecho, notamos que lo que reciben muy bien son los talleres de destrezas corporales, mucho más que juntarse en grupo y hablar de sus problemas. No siempre están dadas las confianzas entre ellas.

-¿Cuáles son los desafíos de Sirona hoy?
-Nos encantaría seguir con los talleres, aumentar la frecuencia y en un futuro instalar acciones que sean establecidas. Que una vez al mes tengan un operativo de salud, con doctoras y también con una siquiatra. Tenemos la capacidad de hacer gestión. Tenemos especialistas y, además, nuestras socias son muy talentosas y con voluntad de oro. Son muy buenas en lo que hacen y podemos entregar muchas herramientas en distintas áreas a las mujeres con las que trabajan.

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