Sala de Prensa

26/09/2012

Columna de opinión:

Inmigración y adolescencia

El siguiente artículo, escrito por el defensor penal juvenil Agustín Campillay, fue publicado hoy en el diario El Mercurio de Antofagasta.

La tasa de inmigrantes a nivel regional ha aumentado significativamente durante los últimos años, trayendo consigo posibilidades de un gran intercambio intercultural y social.

El proceso antes aludido incorpora la llegada no tan solo de adultos, sino que también de niños y adolescentes. Sus padres ven en nuestro país la posibilidad de darle un mejor futuro, mediante su incorporación a los sistemas de educación y salud, de los cuales en sus países muchas veces carecen. Es una legítima expectativa o aspiración, que cualquier padre adoptaría por el bien de sus hijos.

Lo anterior provoca un proceso de aceptación y adaptación de la comunidad hacia el inmigrante. Un trabajo arduo, que parte en nuestra esfera personal y que refleja los valores que cada uno haya incorporado a lo largo de nuestras vidas. Los mismos que, en definitiva, son transmitidos a la familia y que, en particular, serán la base de formación de los niños.

Sin embargo, es menester que dicho trabajo se fortalezca con políticas públicas orientadas a los mismos fines, sobre todo al interior de los colegios y escuelas de esta región.

Enfermedades sociales como el racismo y la xenofobia, recaídas en este fragmento de indudable vulnerabilidad -niños y adolecente extranjeros- requieren de un especial manejo y preocupación, porque tenemos que considerar al niño como un individuo en desarrollo, que vive procesos de cambio físicos y psicológicos en un corto espacio de tiempo y que recién está en la búsqueda de su lugar en el mundo.

Por ello, manifestaciones de esta índole provocan un fuerte impacto en el niño o adolescente afectado, con lo que además sumamos otro factor de discriminación, que puede darse o no en paralelo.

El hecho de ser adolescente muchas veces va ligado a la marginalidad social, grupo respecto del cual el poder del Estado y las políticas de seguridad se ejercen enérgicamente, ya que los asocian frecuentemente a la comisión de delitos -lo que no significa que sea efectivo-, estigmatizándolos como infractores de ley o delincuentes.

Y si a esto le sumamos el hecho de ser extranjeros, se echan por la borda las legitimas aspiraciones que en algún momento tuvieron sus padres, de ver en nuestro país un lugar donde sus hijos podían tener un futuro mejor.

Por Agustín Campillay Robledo,
defensor penal juvenil Defensoría Regional de Antofagasta.

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