Sala de Prensa

23/03/2016

Columna de opinión:

¿Prisión preventiva para una víctima de VIF?

El siguiente artículo, escrito por el Defensor Regional del Maule, José Luis Craig, fue publicado por el diario El Centro de Talca, el martes 22 de marzo de 2016.

Por José Luis Craig M.,
Defensor Regional del Maule.

Justamente el 8 de marzo pasado, es decir, cuando se conmemora el Día Internacional de la Mujer, se dio inicio en el Tribunal Oral en lo Penal de Talca a un juicio oral por supuesto parricidio en contra de M.J.O.O. quien, cansada de tanta violencia sufrida de parte de su conviviente, habría dado muerte a su eterno victimario con unas certeras estocadas. Este juicio terminó absolviendo a M. J. por legítima defensa.

Pero, nueve meses de privación de libertad debió sufrir quien hasta antes del 2 de junio de 2015 era una víctima más, de aquellas a quienes el persecutor le entrega todas las herramientas para denunciar y protegerse de su agresor. M.J. fue hasta ese fatídico 2 de junio de aquellas mujeres a las que los jueces de garantía, aun sin previa notificación, le conceden medidas de protección, muchas veces sin demasiada prueba de cargo.

Hasta antes de junio de 2015 era M.J. digna de protección y amparo, a quien había que darle lo mejor, a quien había que mantener alejada del hombre malo, muchas veces sacándolo de su propia casa, o dejándola en confortables casas de acogida. Ella era quien merecía todos los cuidados de Sernam, de los sistemas de salud, tanto físicos como mentales. En fin, de la autoridad política de turno.

Pero todo cambió a partir del 3 de junio pasado, cuando el discurso dio una vuelta en 180 grados, cuando M. J. pasó a ser la delincuente, cuando ella ahora merecía las penas del infierno, cuando debía estar en las peores condiciones posibles y a nadie le importaba que viviera con 20 internas más en su celda de 4 por 4 metros cuadrados, cuando ya los fiscales y los jueces la comenzaron a mirar con desdén por haber supuestamente cometido un delito atroz e injustificable en contra de su agresor.

Si hasta los ministros de la Ilustrísima Corte de Apelaciones estimaron que su coartada, que siempre fue la misma -esto es, que sólo reaccionó ante un episodio más de alcohol y violencia propiciado por su conviviente- no era cierto.

Es decir, su historia de sufrimiento pasó, de un día a otro, a ser una historia digna del máximo castigo, castigo que comenzó a darse por adelantado, enviándola a prisión preventiva por nueve largos meses. Como si la violencia intrafamiliar fuera divisible en dos: una cuando se es eterna víctima y otra cuando la víctima se convierte en victimario.

Afortunadamente, la justicia tarda, pero llega. Pero pienso que la justicia puede llegar en su justa hora, y es nuestra labor posibilitar esto, desde la revisión de las cautelares que los defensores propugnen a todo evento, pasando por una investigación racional y justa -y, lo más importante, objetiva- y necesariamente terminando con un razonamiento judicial que vaya más allá de lo que indiquen dos o más puñaladas, con un sitio de suceso más o menos cargado de manchas pardo rojizas.

Que efectivamente se cautele, por una parte, la presunción de inocencia y, por otra, la propia actividad previa de las personas, que por el solo “mote” de pasar a ser delincuentes, pues se les detuvo y formalizó supuestamente por un delito, quedan casi instantáneamente bajo sospecha de falsedad.

También pasa porque los organismos auxiliares terminen con esa visión de túnel que impide ver más allá del delito actual, dejando de lado toda una historia que explica bien el presente, por más que la defensa la exponga a tiempo, ya en el control de detención respectivo, en la formalización y en la apelación de las cautelares en ambas instancias. Otro tanto pasa con la actitud de la prensa.

Ojala aprendamos de M.J. que la violencia intrafamiliar es un fenómeno único, que no cambia de color dependiendo de qué género es el afectado o el victimario, o la mayor o menor consecuencia generada con ella. Es decir, es un fenómeno complejo que debe ser enfrentado profesionalmente por todos los involucrados.

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