Sala de Prensa

31/07/2013

Fue representado por la defensora pública Nelly Navarro

Veredicto del tribunal: ¡Culpable! Menor que mató a su madre en San Pedro de la Paz (*)

(*): El siguiente reportaje, publicado por la revista Nos de Concepción, detalla el caso de V.C.F., un menor de 17 años condenado como autor del parricidio de su madre, Eva Ferrer.

Por Sonnia Mendoza/
Fotografía: Natalia Maureira.

Durante 13 días se prolongó el juicio por parricidio en contra del ex alumno del Colegio Almondale, en el Tribunal Oral en lo Penal de Concepción, quien, a causa de un estrés agudo, agobiado por una responsabilidad familiar que no se condecía con sus 16 años, intentando siempre contener a su madre, fue presa de un arrebato.

Un capítulo de infidelidad de su marido no superado, que le nublaba la razón a la mujer -y que esta vez fue contradicho por su hijo con un ¿y qué hablas tanto tú?- habría sido el detonante de la discusión de aquella tarde, que partió en el dormitorio y terminó en la cocina de Las Palomas 1970, en Villa Candelaria: ella, en una poza de sangre y él, tendido a su lado en shock.

Lo trágico del asunto es que el cuchillo con el que Eva Ferrer lo amenazó no estaba destinado a él. En la audiencia de clausura, V.C.F. verbalizó su arrepentimiento: “Llegaré a ser el mejor de los profesionales como le prometí a mi madre en su tumba”.

¡Mi mamá me quiso matar!…” Un manto de silencio pareció posarse en la sala, en el Tribunal Oral en Lo Penal de Concepción -como ocurriría también en las audiencias siguientes-, cuando la abogada Nelly Navarro Rojas alzó la voz para iniciar el relato de los hechos acontecidos ese 31 de julio de 2012, a partir de las 15 horas, y por el que V.C.F., de 17 años, fue finalmente condenado como autor del delito de parricidio de su madre, Eva Ferrer Valdebenito, de 41 años.

La frase fue dicha a uno de los dos policías que, esa tarde, junto a su padrastro Víctor Flores Sepúlveda, llegaron presurosos hasta Las Palomas 1970, en Villa Candelaria, de San Pedro de la Paz, para verificar la denuncia que dos jóvenes -Julio Irribarra Henríquez y Eduardo Riffo Salazar- hicieron a Carabineros al escuchar los gritos de una mujer pidiendo auxilio.

El primero era su vecino y el segundo, un guardia de seguridad que había llegado a visitar a su amigo universitario en Las Palomas 1976. Eran las cinco de la tarde y ambos se fumaban un cigarrillo en la terraza del inmueble cuando sintieron los gritos: “¡Vito! ¿Qué estás haciendo? ¡Me vas a matar!”. Luego un golpe seco y el silencio.

Un año después del estremecedor caso que involucra al ex estudiante del Colegio Almondale, en San Pedro de la Paz, está claro que el joven actuó en uso de razón, de acuerdo con la pericia siquiátrica y “no había causal para ser declarado inimputable” por los jueces Jorge Díaz Rojas, Mirentxu San Miguel Bravo y Georgina Solís Morgado, como precisó el fiscal Paolo Muñoz Olguín.

Y agregó: “Es un caso que humanamente a todos nos toca. Nadie quiere que el joven caiga en un pozo sin salida. Me imagino que tendrá la oportunidad de recomponerse como persona y ser humano, pero lo que correspondía -y así lo ha hecho el tribunal- era aplicar la ley y dictar una sentencia condenatoria”. El miércoles 24, durante la audiencia de lectura de sentencia, se conocerá si cumple 7 años en régimen cerrado o 3 años en libertad asistida, como pide la defensa.

“El tribunal ha considerado que, en su obrar, el adolescente lo hizo por estímulos extremadamente poderosos, que provocaron en él un arrebato. Si bien hemos sido condenados, el tribunal escuchó nuestra prueba y compartió nuestro criterio en términos de que aquí había una historia necesaria de escuchar, que se escuchó y que defendimos. Aquí hay, además, tres atenuantes: irreprochable conducta anterior, colaboración sustancial en la investigación y arrebato que le permiten una rebaja de pena y -legalmente- una pena no privativa de libertad”, explicó la abogada defensora Nelly Navarro.

Pero volvamos a la sala del tribunal, a la audiencia de los alegatos de apertura de ese 4 de julio de 2013, día en el que el imputado no dejó de llorar -como también haría en los días sucesivos del juicio- cuando la defensa tomó la palabra -después de la intervención del fiscal Paolo Muñoz- y comenzara a develar la crudeza de cómo ocurrieron los hechos y la relación de tú a tú que existía entre víctima y victimario, al punto de hacerlo partícipe en forma jocosa de sus aventuras sexuales, confidencias que al joven avergonzaban, como refirió -más tarde- la trabajadora social y perito Elizabeth Orena Gómez.

Trece días después, en la audiencia de los alegatos de clausura, el miércoles 17, un silencio volvería a apoderarse de la sala cuando a instancias del presidente del tribunal, Jorge Díaz, el menor expresó su arrepentimiento y dijo: “No hay día en que no me acuerde de ella. Es una mochila que me ha pesado durante un año. Lamento no haber podido manejar la situación como -muchas veces- la manejé; lamento no haber llegado minutos antes o minutos después, lamento no haber almorzado en mi pieza para evitar la discusión que gatilló todo esto”.

Y agregó que, tal como se lo prometió en su tumba cuando -en abril pasado- fue hasta el cementerio de Talcahuano (y le dejó una carta amuñada, de cuyo contenido nadie se enteró): “No sólo voy a ser profesional, sino que el mejor, como ella quería”. V.C.F aspira a ser ingeniero civil industrial y su familia -tanto de la línea paterna como materna- ya se ha organizado para apoyarlo y pagarle sus estudios. “Estamos con hartas esperanzas de que el niño pueda hacer su vida afuera. Él necesita ayuda y todos estamos dispuestos a brindársela”, precisó Gisela Ferrer Valdebenito, la tía que vivía con ellos en San Pedro de la Paz.

LOS HECHOS
El día de los hechos el joven concluyó su jornada escolar matinal y regresó caminando a su casa. Eran ya las 15.15 horas y le llamó la atención que el vehículo de su padrastro estuviera en el antejardín de la casa. Pensó que había habido una nueva discusión -como solía ocurrir- entre su madre y él, de quien se despidió con un beso cuando éste, finalmente, se encaminó a su trabajo en la Municipalidad de San Pedro de la Paz.

No hizo comentarios, porque advirtió que Eva Lorena, su madre, estaba ofuscada, pero almorzó con ella en la pieza matrimonial del primer piso.

Allí estaban cuando -a una pregunta suya-, la mujer le contesta que está cansada por el maltrato de su pareja, por su descrédito, por lo poco que la valoraba porque no trabajaba y el joven opta por representarle algunas verdades, tales como con qué moral le reclamaba a su marido por un desliz ocurrido cinco años atrás, si ella hacía su propia vida. El episodio de infidelidad cada cierto tiempo le nublaba la razón.

Es en ese momento de confrontación que la mujer estalla en ira. le grita que es un traidor, que no volvería a confiar en él y se gira -mientras ambos seguían en la cama- para tomar un cuchillo que tenía debajo de la cama o en el velador, se pone de rodillas y trata de agredirlo diciéndole: “¡Te voy a matar!”, al tiempo que él -sorprendido- la sostiene por las muñecas e inician un forcejeo, porque “él vio, sintió y creyó que lo iba a matar”, como dijo la defensa en el tribunal.
El arma blanca -que finalmente se quebró- sería hallada más tarde por la policía sobre la cama.

Consciente del descontrol de su madre, V.C.F. intenta llegar a la puerta, pero Eva Lorena le cierra el paso; trata de salir por la puerta que conduce al garaje, porque “algo le dice que debe alejarse, salir de allí”, pero ésta permanecía con llave y a pesar de todos sus esfuerzos por contener la agresión se produce el desenlace que, según expuso a su vez el fiscal Paolo Muñoz, le significó la muerte a la mujer, que terminó con el rostro destrozado y 23 puñaladas en distintas partes del cuerpo.

“Hay muchas armas involucradas en este hecho: cuchillos, tijeras, un machete y un paraguas ensangrentado. Creo que a la luz de la prueba que está rindiendo el Ministerio Público, tiene que quedar más o menos claro que, en definitiva, el menor no actuó por miedo o terror. Más bien las lesiones de la madre y el sitio del suceso son compatibles con una reacción de ira”, dijo.

Al llegar carabineros a Las Palomas 1970, la mujer y el hijo yacían en la cocina; ella en una poza de sangre y a su lado, aparentemente fallecido, V.C.F, quien de pronto se incorpora y a la consulta del padrastro sobre qué pasó, le refiere que “tuve una pelea con mi mamá” y se encamina hasta el living-comedor

Agrega que ella lo intentó matar, que él se había defendido y que el cuchillo se había quebrado, pero “esa representación de la legítima defensa no concuerda con la escena del suceso”, cuestionó el fiscal, quien acusó al menor de manipular el sitio colocando un cuchillo en la mano izquierda de la víctima en circunstancias que ella era diestra. Hizo ver también que -en la refriega- apenas resultó con lesiones leves en los nudillos en comparación a la víctima.

Notoria era la belleza de Eva Ferrer. Sin embargo, su personalidad, tal como se estableció en el juicio, era la de una mujer insegura y débil.

BUEN ALUMNO, BUEN HIJO
Detrás de una apariencia de mujer sociable, extrovertida, vivaz, buenamoza y dueña de una figura envidiable, una de las mayores dificultades de esta mujer, sin embargo, eran sus permanentes y violentas alteraciones de estados de ánimo, que pasaba de la risa al llanto, de la pena a la alegría por un problema de personalidad que, a su vez, la transformaba en una persona débil, insegura, que requería un cierto grado de contención, de protección.

Y para contenerla estaba el hijo, quien a pesar de ser un buen alumno, respetuoso, obediente y querendón, vivía triste, pues lo abrumaban las promiscuas confesiones que le hacía su madre, las constantes descalificaciones, agresiones, mentiras y conductas faltas de pudor.

A sus 16 años, cuando ocurrieron los hechos, V.C.F. no lograba comprender esa dinámica tan disfuncional y simbiótica y tal vez la ruptura de su equilibrio interior “fue, justamente, la escena de ver a su madre intentando herirlo con la finalidad, en su concepto, de matarlo. Mientras estuvieron juntos ella trató de reproducir su historia personal, su modelo en el hijo, sin medir que eso no estaba bien”, expresó su abogada, tras agregar que para mantener la atención de los suyos, especialmente del hijo, se desmayaba, convulsionaba, tenía crisis de pánico u otras demostraciones físicas de sus estados emocionales.

No obstante, en el concepto de la familia, “era bastante manipuladora también. Ella era así, tenía descompensaciones no tratadas y eso hacía que fuera vulnerable a todo tipo de situaciones”, precisó la abogada.

-¿La familia nunca notó nada extraño?
-Todos sabían, pero nadie actuó. Es una típica familia media que -en este afán de no involucrarse más allá- fueron complacientes con esta situación. No es que lo hayan desconocido o no advertido, ellos sabían lo que pasaba. Tanto, que una de las hermanas vivía con ellos, otro de los hermanos estaba frecuentemente citado a la casa para calmar esta furia producto de estos estados eufóricos que le daban. Todo eso se comentaba, pero todos tuvieron una actitud contemplativa con ella y ella tampoco se reconocía enferma.

-Durante la audiencia de apertura de los alegatos, usted dijo que una infidelidad del marido provocó este cuadro de depresión que no fue tratado. ¿Qué hay de eso?
-Sí. Hace algunos años, al parecer, habría habido un hecho con algunas características de este tipo -hay antecedentes que así lo avalan-, crisis que ambos habrían procurado solucionar buscando distintos mecanismos.
En alguna medida lograron avanzar con un tratamiento, con asistencia terapéutica por llamarla de alguna manera, pero ella nunca logró perdonar e hizo de este hecho el recurrente motivo de disputa que fue, en cierta medida, lo que causó la discusión de esa tarde, al que siempre podía recurrir cuando tenía alguna proporcionalidad o por ninguna proporcionalidad.
Era tan frecuente esto que, en realidad, todos estaban un poco desgastados del porqué seguía viviendo con él (segundo marido), si no podía superar esta situación de crisis matrimonial. ¿Cuál era la controversia? El que ella reprochara de manera permanente una situación que aparentemente estaba superada.

-Usted dijo que a sus 16 años, su defendido vivía “en la tristeza” por las promiscuas confesiones que su madre le hacía y por sus conductas faltas de pudor. ¿A qué se refiere con eso?
-Le molestaba, le avergonzaban muchas de esas conductas que su madre tenía enfrente de sus amigos, de sus compañeros, de la familia. Eran situaciones incómodas, considerando la edad. El tema de la edad es lo más importante en toda esta historia: se trata de jóvenes que están en pleno desarrollo de su personalidad, que están generando algunos elementos que van a ser, en definitiva, las directrices de su comportamiento adulto.
Ciertamente puede haber algunos rasgos, algunas líneas que sí tienen un camino más definido, como por ejemplo, una persona de bajo perfil. Hay otras conductas, sin embargo, que dicen relación más bien con lo emocional, que están muy vulnerables a este tipo de estímulos negativos como en este caso. Esas situaciones pueden resultar inmanejables por el agobio que sienten, por una responsabilidad que se les asigna sin que les corresponda, por el estrés que le genera vivir siempre en una situación familiar tan disfuncional.

-En estrados, el médico siquiatra habló de relaciones toxificadas…
-Cuando se tiene una familia disfuncional como la describen todos -no sólo el siquiatra-, se establece que esta familia era bonita, como de foto, pero con una relación disfuncional muy lesiva para sus integrantes, no sólo para el adolescente, sino que para ella también. Todos vivían en lo que no eran; todos jugaban un rol y eso desgasta, pues.

-El perito siquiátrico habló de un escenario que se repitió durante años, lo que derivó en un cuadro de estrés agudo. ¿Por qué este hijo no la enfrentaba y le pedía que no se vistiera tan provocativa, por ejemplo, si eso le molestaba, como hacen los jóvenes de hoy?
-No lo hacía, y aquí viene el problema, porque si él generaba conductas confrontacionales, en buena onda o lo que fuera, ella se salía del cauce. O se descompensaba o se desmayaba o le daba la crisis de pánico, se trastornaba, lloraba. Todo era un escándalo como lo que pasó ese día.
Por eso es que este chico nunca la confrontaba. Lo que a él lo tenía cansado era eso: siempre tener que estar ahí, molesto por algunas situaciones, sin poder hacer nada. Si decía algo, su mamá se enfermaba, pero como dice toda su familia, ella se enfermaba en su casa; nunca en la casa de alguna amiga o en una fiesta.

-Usted dijo, también, que al producirse la discusión entre madre e hijo, ella tomó un cuchillo que tenía en la cama o en el velador. ¿Ella había preparado el escenario?
-Pero no con él, con el marido. Ella venía anunciando algunas cosas a través de Facebook.

-¿Venganza por la infidelidad?
-Si me pregunta en femenino, creo que sí. En objetivo, no lo sé. Ella era muy buenamoza y en algún momento se le exaltó mucho eso, le fomentaron su ego y ella se distorsionó. No sé si esta venganza obedecía a una obsesión por el despecho. Tenía otras motivaciones más pueriles. La verdad es que había dos vidas: una pública y otra donde había cero contacto y comunicación. Tampoco ella sufría por eso. Lo que indica la familia es que ella hacía su vida desvinculada del marido.

-¿Y qué hay de esa carta que su defendido dejó en la tumba de su madre?
-La dejó en el cementerio. Esto fue muy fuerte. Los tíos dicen que siempre vivió igual: cuidando a la mamá, que no se fuera a desmayar, que no le fuera a dar una crisis de pánico, que no se fuera a caer de la escalera. Él siempre la acogía, la abrazaba…

-Pero sin cuchillo de por medio…
-Por eso es que él se descolocó. Él dijo que había sido sorprendido por esto, aunque la familia piensa que ella hizo la finta -como los futbolistas- o la faramalla -como dice el marido- para asustar al hijo, para que viera que era capaz de… Sólo que este niño se asustó de verdad y pasa lo que pasa.

MANIPULACIÓN DE LA PRUEBA
El juicio contra V.C.F. no estuvo exento de polémica. Al desalojo de la prensa el lunes 8 de julio, cuando el menor declaró ante el tribunal, siguió la queja del fiscal Paolo Muñoz, quien consideró un precedente nefasto el que las juezas San Miguel y Solís no le permitieran contrainterrogar al imputado ese mismo día.

“Aquí, se han quebrantado seriamente las reglas de litigación en juicio”, dijo. Desde el primer día del juicio, el fiscal responsabilizó también a la defensa de manipular las pruebas y, al término del alegato de clausura, declaró que la prueba que se ingresa al juicio y que debe ser litigada a través de una sentencia “no puede provenir de la parte litigante”, por las declaraciones que prestó, como testigo, el padre del menor.

Con anterioridad, ante una consulta de NOS respecto de las conductas promiscuas de la víctima, como aludió la defensa en estrados, el fiscal Muñoz dijo que correspondían a afirmaciones sorpresivas, que ponían un manto de dudas a la rectitud en el actuar de la madre.

“Por regla general, en los juicios orales tiene que haber igualdad entre las partes en el conocimiento de los antecedentes y las alegaciones y aquí, durante la investigación y todas las personas que declararon en la fiscalía, nunca se develó un contexto de esa naturaleza. Que esto se haga en el juicio nos merece serias dudas y tendemos a pensar que se hacen para -más bien- ayudar al menor. Como a mí me dijeron familiares, el deseo de esta madre, que ha sido tan vilipendiada, era que todos apoyaran al hijo para que saliera adelante. Era su última voluntad y por ahí, entiendo, va esta confrontación: manchar el nombre de la madre y de su conducta”.

-¿Ella lo atacó porque pasaba por un momento de depresión?
-El único contacto siquiátrico de la madre es una ayuda en pareja que se dio en 2007 y por el que fue atendida cuatro veces. Tampoco hay un tipo de enfermedad, de trastorno o de perturbación. A mí me parece que aquí se están agudizando situaciones, algunas de las cuales son absolutamente normales en cualquier familia: problemas, gritos, maltrato, insultos que se dan en el marco familiar sin alterarlo gravemente y aquí se está haciendo aparecer -a mi juicio- a la madre de una manera bastante perversa.
Siempre se dijo que la relación madre e hijo era excelente, de mucha confianza, de mucho amor, de tal para cual, ideal y ahora me vengo a enterar en el juicio que es totalmente diferente. Eso -a mí por lo menos- no me calza. Espero con la prueba que se rinda, por las confrontaciones respectivas, que hay un 70 u 80 por ciento de las situaciones que dice la defensa, que son muchísimo más moderadas y de normalidad en una familia en la que siempre hay problemas.

“FISCALÍA NO INVESTIGÓ”
A la descalificación del Ministerio Público respondió en estrados y a la prensa el defensor Humberto Alarcón Corsi. ¿Qué dijo?: “Decir que se alteró la evidencia y que fue la defensa quien la alteró me parece aventurado y temerario, porque al Ministerio Público le corresponde investigar los hechos constitutivos de delito y, en este juicio, el imputado manifestó que existió una discusión en la cama y que se había tomado un cuchillo. Ese cuchillo fue encontrado por Carabineros que llegó al sitio del suceso. Sin embargo, la PDI manifestó que en el sitio del suceso no encontró nada. Alguien -como dijo el propio carabinero Alarcón (el funcionario que tomó el procedimiento el día de los hechos y luego testificó en el juicio)- alteró el sitio del suceso y no fue ni el imputado ni los defensores. El adolescente siempre estuvo acompañado por ellos y por el paramédico”.

Lo mismo sucedió -agregó- con las restantes evidencias que se encontraron y que no fueron analizadas, y con el allanamiento que hizo la PDI al lugar: “El fiscal siempre lo supo, y la policía también, que la mamá de nuestro cliente consumía Benzodiazepina y anti depresores. Nada se buscó en el sitio del suceso por parte de la PDI; cualquier persona común puede saber que casos como éste pueden estar motivados por el consumo de sustancias ilícitas”.

Alarcón explicitó que la defensa está tranquila con el trabajo realizado y convencida que V.C.F. obró en una situación de culpabilidad disminuida: “Como se planteó en el juicio, estamos frente a un joven ejemplar, que tenía una relación muy buena con su mamá, mamá que tenía episodios de risa y llanto; de alegría y pánico, de desmayos y eso claramente no es algo normal. Eso es conocido por todas las personas que a ella la rodeaban. Esa prueba fue aportada por la defensa. El Ministerio Público no investigó mayormente esa situación, y creemos que debe asumir la responsabilidad de que fue la defensa la que proporcionó las pruebas en este juicio”.

 

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