Sala de Prensa

26/04/2016

Eduardo Villegas Rogel recibió la libertad condicional tras once años de condena

Una historia de madurez, reinserción y libertad...

La 'Comisión de libertad condicional' le otorgó el beneficio a este interno del Centro de Estudios y Trabajo (CET) del Complejo Penitenciario de Punta Arenas, calificándolo como un ejemplo de reinserción y rehabilitación.

Por Héctor Martínez Díaz,
Defensoría regional de Magallanes y Antártica Chilena.

La 'Comisión de libertades condicionales' de Magallanes sesionó recientemente en los recintos penitenciarios de Puerto Natales y Punta Arenas. Presidida por una ministra de la Corte de Apelaciones de Punta Arenas, la integran también un juez del tribunal oral y otro del tribunal de garantía.

Al igual que desde hace cuatro años, la instancia funcionó esta vez bajo el mecanismo que incorpora la oralidad e inmediatez en la vista de las solicitudes de los postulantes, ámbito en que la Defensoría Penal Pública juega un rol fundamental en presentar, apoyar y sostener ante la comisión los antecedentes que avalan las solicitudes de libertad de los internos.  

En esta ocasión, una de las 17 personas que obtuvo el beneficio es Eduardo Villegas Rogel, quien ingresó a la cárcel hace 11 años, para cumplir una pena de 15 años por el delito de homicidio. Tenía, por entonces, 19 años de edad.

JOVEN SIN RUMBO
Como él mismo expuso ante la comisión, “ingresé siendo un joven que no tenía un rumbo, un norte, nada. Inmaduro, por mi núcleo familiar me costó entender hartas cosas, cómo vivir la vida. Estaba equivocado, entre acá y fue como una salvación”, explicó.

Agregó que dentro de la cárcel se dio cuenta de “cómo es la vida y ver lo equivocado que estaba. A veces uno cree que hace las cosas bien actuando mal”. Hoy dice que ese pasado ya está superado, porque tiene una pareja y un trabajo estable esperándolo. Un camino difícil, en que su esfuerzo empezó a dar frutos, pues ya desde antes de obtener la libertad gozaba de la salida diaria, lo que le permitía asistir a la universidad.

Asegura que está contento por las cosas que le están pasando. Mirando en retrospectiva, recuerda que la Defensoría hizo todo lo posible en su causa. “Los juicios son juegos en que se gana o se pierde. Hubo muchas cosas que me perjudicaron. Mi familia nunca fue un buen ejemplo, el apoyo fue malo. Siempre fui solo acá dentro”, aclara.

Si bien reconoce que le costó asumir la condena, fue un golpe que lo hizo madurar y dar vuelta la página. Llegó un momento en que se dijo a sí mismo: “¡Ya! Ahora me queda salir adelante. Fue una caída fuerte, pero hay que salir adelante”.

"CONDUCTA, CONDUCTA, CONDUCTA..."
Desde el encierro, comenzó a observar ejemplos de presos que llevaban años y que empezaron a salir libres. Entabló, entonces, relaciones con gente adulta, que lo asesoraron en “cómo hacer la cana, cómo empezar a caminar y tratar de salir bien el día de mañana. Fue conducta, conducta, conducta... Nunca dejé contaminarme por la maldad que hay acá, porque mi esencia no es esa”, comenta.

Desde 2014 está interno en el Centro de Educación y Trabajo (CET) del Complejo Penitenciario de Punta Arenas. Al tercer año de condena se propuso realizar un cambio en su vida y decidió comenzar a trabajar y a capacitarse en diferentes ámbitos y talleres como panadero, soldador e instalador de pisos flotantes.

“Se puede decir que aproveché favorablemente todas las oportunidades que se me dieron. Me gusta aprender, capacitarme y quiero seguir haciéndolo, porque en algún momento de la vida puede ser necesario”, dice.

Y agrega que a diferencia de lo que ocurre a otras personas, estos 11 años de cárcel no fueron una pérdida. “Quiero ganarle al tiempo que perdí. En realidad, ni lo perdí, porque igual siempre ha estado ganado. Las oportunidades se ganan”, explica.

OFICIO Y UNIVERSIDAD
Eduardo está terminando su tercer año de técnico en prevención de riesgos en la Universidad de Magallanes y proyecta continuar con una ingeniería. Además, ya tiene el oficio de soldador, que aprendió en la cárcel, y con los ahorros provenientes de su trabajo como interno pudo adquirir una máquina de escáner, herramientas y, a través de un proyecto Fosis, una máquina soldadora.

“Me empezó a gustar esto de aprender y por eso sigo mis estudios. Termino mi carrera técnica en prevención de riesgos y pretendo seguir otra y dejar un camino hecho y que acá en la cárcel todos van a ver: ‘Si lo hizo el Villegas, cómo no lo voy a poder hacer yo el día de mañana’, o que digan ‘este cabro llegó a donde llegó y mira dónde estuvo’".

AGRADECIDO
Villegas reconoce el apoyo incondicional que recibió de la Defensoría: “Las veces que yo me metí en problemas, por situaciones penitenciarias extra carcelarias, uno mandaba un llamado, aparecían al tiro y solucionaban injusticias que por acá se cometían. Lograban, en lo posible, que fuera un mal menor”, aclara. 

También agradece al personal del CET, quienes “tuvieron paciencia conmigo, porque  igual he sido complicado en su tiempo, pero ya he aprendido de eso”. 

“Entré siendo un joven. Salí todo un hombre, pero contento... Imagínese. Compartir esta felicidad con la pareja y como decía la comisión, ser un ejemplo. Es bonito vivir eso. Ya una vez fui señalado con el dedo por la sociedad y hoy en día ser un ejemplo es muy gratificante”, concluye Villegas, mientras acude al CET a retirar sus pertenencias para quedar, finalmente, en total libertad, esa misma que demoró tantos años en llegar, pero que para él fue, más bien, un tiempo ganado.

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